Es difícil empezar en el mundo del cine. Los primeros pasos suelen ser torpes y, aunque es fácil detectar el talento de un director novel, muchas veces las primeras películas distan de ser obras redondas. Sin embargo, hay ocasiones en que la inocencia del novato se mezcla con un arrebato de inspiración y surgen filmes con una voz y una frescura que no se pueden encontrar en obras de cineastas más asentados.

Despedimos este mes de noviembre con un nuevo top (sabemos que os gustan tanto como a nosotros). En esta ocasión analizamos las que, para nuestra redacción, son las mejores óperas primas de la historia del cine. Diez películas que ya ocupan un lugar especial en nuestros corazones, pero que impactan mucho más al saber que son el primer largometraje de estos directores.

Advertencia: Hemos limitado la lista a autores con 5 o más largometrajes. Consideramos que, de esta forma, podemos hacernos una idea del rol que juegan estas películas en su filmografía. Por lo tanto, no esperéis encontrar películas como Hereditary (Ari Aster, 2018) o La noche del cazador (Charles Laughton, 1955).

10. Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999)

La ópera prima de Spike Jonze es un rompecabezas metacinematográfico que atrajo miradas de público y crítica por su originalidad desbordante. Y es que, ¿qué sería del cine de Jonze sin la pluma de Charlie Kaufman? El guion de Kaufman es de una absurdidad profunda y, como en sus mejores trabajos, consigue desmontar la mente humana para reconstruirla en un juego cineasta-espectador muy estimulante.

Jonze daba, con su primer filme, el golpe de gracia al siglo XX y nos metía en un nuevo milenio en que la posmodernidad cinematográfica está a la orden del día y cualquier día podemos encontrar una puerta a la mente de John Malkovich. El humor y la inteligencia de esta película resumen bien una filmografía que, aunque no muy extensa, siempre busca ir un paso más allá y no sorprender con cada nueva propuesta.

Gerard Garrido

9. Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960)

A finales de los años 50s, un grupo de críticos de la revista francesa Cahiers du Cinema cambiaron la forma de entender el cine. La política de los autores y la importancia de la forma sobre el contenido animó a algunos de estos intelectuales como François Truffaut o Jean-Luc Godard a dirigir sus propias obras. Un año después del estreno de Los 400 golpes, de Truffaut, Godard realizó una obra que rompía con lo que el público francés concebía en una película.

Las calles de París, los cortes «sin sentido» y los diálogos cotidianos de sus protagonistas hicieron de Al final de la escapada un terremoto en la comunidad cinéfila de la época. Si la década de los sesenta supuso la llegada de la modernidad al cine europeo, la película de Godard, como estandarte de la Nouvelle Vague, representa todo el cambio que el cine clásico necesitaba.

Gerard Garrido

8. Tesis (Alejandro Amenábar, 1996)

Oscura, inquietante y perturbadoramente adictiva; Tesis marcó un antes y un después en el cine de nuestro país. Alejandro Amenábar, con su debut en la dirección, ideó un thriller que combina una atmósfera opresiva con una crítica incisiva al morbo y la violencia en los medios de comunicación.

Ángela (Ana Torrent), una estudiante universitaria, encuentra una cinta que nunca debería haber encontrado y, con ella, una verdad que es demasiado peligrosa para ignorar. Lo que sigue es un descenso a los rincones más oscuros de la curiosidad humana, donde cada escena te mantiene al borde del asiento, incapaz de mirar a ningún otro lado. Pocas veces el cine ha retratado el voyerismo y la obsesión con tanta maestría y, menos aún, en una ópera prima. Una obra imprescindible que no se olvida fácilmente… aunque quizá desearíamos poder hacerlo.

Sergi Gilabert

7. Chicago (Rob Marshall, 2002)

Ya queda lejos la época en que el musical era el género más aclamado del séptimo arte. De hecho, el musical murió, en gran parte, con el cine clásico de Hollywood; la modernidad de los sesenta y los setenta no dejaba hueco para la pomposidad y la artificialidad del género. Pero, un visionario entendió cómo hacer obras musicales que se alinearan con el sentimiento del nuevo Hollywood. Hablamos, por supuesto, de Bob Fosse (Cabaret, All That Jazz). Además de sus filmes, Fosse era una figura respetadísima en Broadway, y su «magnum opus» teatral es el libreto de una obra titulada Chicago.

En 2002, fue el momento de adaptar la obra de Fosse al cine. El éxito de Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001) daba a entender que un musical con estética barroca e interpretaciones histriónicas podía funcionar, y el trabajo se le entregó a Rob Marshall, en su primer largometraje. Las escenas musicales funcionan de lujo de forma independiente a la película y la mezcla entre trama y musical le otorga un ritmo muy refrescante. Todos los intérpretes están a la altura, pero la Velma Kelly de Catherine Zeta-Jones es el elemento más magnético del film. Una obra trepidante, excesiva y reivindicable en una filmografía bastante irregular.

Gerard Garrido

6. American Beauty (Sam Mendes, 1999)

1999 pilló al mundo cinéfilo desprevenido. La sociedad norteamericana estaba cansada del conformismo conservador y nacieron una serie de películas de cineastas con poca experiencia que se atrevieron a cuestionarlo todo. En concreto, la trilogía espiritual formada por El club de la lucha (David Fincher), Matrix (Lily y Lana Wachowski) y American Beauty, funcionó como un grito quejicoso contra un sistema que premiaba la mediocridad y castigaba la irreverencia.

En este contexto, Alan Ball (guionista de la magistral A dos metros bajo tierra), escribió con puño de hierro esta crítica al sueño americano como un testimonio de la América mediocre. Sam Mendes se encargó de darle forma poética a las palabras de Ball y elaboró una cinta capitaneada por un Kevin Spacey encarnando al más tolili de los hombres. Una obra coral con una fuerte carga irónica que, junto a la banda sonora de Thomas Newman y unos cuantos pétalos de rosa, se convirtió en uno de los emblemas de su generación.

Gerard Garrido

5. Aterriza cómo puedas (Jim Abrahams, David Zucker, Jerry Zucker; 1980)

¿Alguna vez viste una comedia tan absurda que te hizo cuestionar si los guionistas estaban en sus cabales? Eso es Aterriza como puedas. Con un sentido del humor desenfrenado que no entiende de sutilezas. Esta parodia de las películas de desastres aéreos nos lleva por un vuelo turbulento de chistes, diálogos surrealistas y situaciones delirantes.

Los hermanos Zucker y Jim Abrahams (recientemente fallecido) -popularmente conocidos como los ZAZ – no dejaron títere con cabeza: desde juegos de palabras que rozan el ridículo hasta personajes tan serios que terminan siendo hilarantes en su contexto. Leslie Nielsen, en su icónico papel como el doctor, demostró que la cara más seria es la clave para un humor inolvidable. Si no te ríes con esto, probablemente estés hecho de piedra… o seas el piloto automático.

Sergi Gilabert

4. 12 hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957)

Sidney Lumet forma parte de la conocida como «Generación de la Televisión». Una serie de cineastas forjados en los estudios de la CBS que aprendieron a dirigir con muy poco tiempo y aún menos dinero. Este exigente primer contacto con la realización obligó a Lumet a desarrollar un ingenio que se plasma de forma ineludible en su primer largometraje, 12 hombres si piedad.

La película (basada en un guion para televisión) ubica a los doce miembros del jurado de un juicio en una sala cerrada durante 96 minutos. Apoyado en unos estupendos diálogos, Lumet transforma una situación aparentemente limitante a nivel dramático en un trepidante thriller de acción verbal. La dirección es magistral, aunque increíblemente austera, y su impacto en el espectador es perenne. La primera de una lista de grandes películas de Sidney Lumet es una prueba de fuego que parece sencilla, pero que en manos de un cineasta menos ingenioso, es una trampa mortal.

Gerard Garrido

3. Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941)

No sé si lo está ahora, pero en 1941 el mundo no estaba preparado para Ciudadano Kane. A finales de los años treinta, la narrativa audiovisual ya había alcanzado su madurez: las normas de lenguaje visual estaban establecidas, el sonido ya se había asentado y el color empezaba a iluminar algunas películas. El cine parecía un arte explotado y todo lo que quedaba era reinterpretar y exprimir la gallina de los huevos de oro, con poco margen para la innovación. Así lo veía mucha gente, pero no un veinteañero Orson Welles que se atrevió a contar una historia como no se había hecho antes.

En un acto de megalomanía, Welles no solo dirigió, sino que protagonizó, coescribió y produjo la cinta. La película era él. Desde el primer plano imposible de la mansión de Kane, hasta la puesta en escena de los discursos, Welles obró una película que, además de inolvidable, es imitada, elogiada y envidiada por centenares de cineastas. Una película que, ya por sí sola parece difícil de creer, pero que en manos de un novato se convierte en uno de los mayores milagros de la historia del cine.

Gerard Garrido

2. Toy Story (John Lasseter, 1995)

Cuando Pixar imaginó que pasaría si nuestros juguetes tuvieran vida propia (cuando no estamos mirando), nació una obra maestra que cambió para siempre el mundo de la animación. Toy Story no es sólo la ópera prima de John Lasseter, sino del estudio de animación más importante del siglo XXI y, ya puestos del cine de animación en 3D que se ha establecido en nuestros días. Del mismo modo, Toy Story no es sólo una historia de aventuras y humor, sino una reflexión sobre hacerse mayor, el miedo a ser reemplazado y la amistad en su forma más pura.

Woody (Tom Hanks), un vaquero clásico, y Buzz Lightyear (Tim Allen), un comandante estelar con aires de grandeza, aprenden a dejar de lado sus diferencias en una historia que es tan divertida como emotiva. Con momentos y personajes icónicos y un guion que combina inteligencia con corazón, Toy Story, fue mucho más que la primera película de animación digital: marcó un antes y un después en la forma en que contamos historias para todas las edades.

Sergi Gilabert

1 Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992)

Reservoir Dogs no es sólo la ópera prima de Quentin Tarantino, es un manifiesto cinematográfico que revoluciono el cine de los 90s. Una trama sencilla, en apariencia – un golpe sale mal y un grupo de ladrones empiezan a sospechar unos de otros – se convierte en una obra de tensión insostenible, diálogos afilados y violencia coreografiada como un baile macabro.

Tarantino transforma un almacén polvoriento en un teatro de emociones donde cada palabra es un arma. El reparto, liderado por Harvey Keitel (gran impulsor del proyecto fuera de la pantalla), Tim Roth, Michael Madsen y un estelar Steve Buscemi, llena la pantalla de carisma y peligro. Y esa escena con Stuck in the Middle with You, de Stealers Wheel… pocas veces la música y la crueldad se han mezclado con tanta genialidad. Una lección de estilo, ritmo y narrativa que demuestra que, a veces, es mucho más.

Sergi Gilabert

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