Imaginaos un thriller ochentero a lo Brian De Palma, obsesivamente sexy y estilizado. Ahora añadidle una bien medida dosis de surrealismo violento, algo parecido a lo que Panos Cosmatos hacía en Mandy (2018). Eso sí, a menor escala. Pues ahí está Sangre en los Labios, la nueva propuesta de autor impulsada por A24 y protagonizada por Kristen Stewart y Katy O’Brian. Un neo-noir excéntrico y – en ocasiones – atrevido, que nos recuerda una vez más por qué este estudio se ha ganado a pulso la reputación que hoy en día tiene. Hacen cine para cinéfilos, es cierto, pero detrás de la pretensión artística que muchos de sus proyectos llevan por bandera, casi siempre suele haber también un ímpetu admirable por realizar algo distinto; un salto de fe cinematográfico que puede salir muy mal, pero que en el caso de Sangre en los Labios entra muy bien. 

Este es el segundo largometraje de la directora Rose Glass, que se estrenó – también para A24 – con Saint Maud, un drama de terror que no causó mucho revuelo, pero sí llamó la atención de la crítica por su ambiente tenso, su crudeza psicológica y su impactante escena final. En Sangre en los Labios ya no encontramos terror como tal, pero no os equivoquéis – se trata de una experiencia igual de tensa e impactante. Aún así, en esta ocasión Glass pivota hacia la comedia negra y hacia lo absurdo. 

Sangre en los Labios cuenta la historia de un intenso romance del que brota una situación de violencia salvaje y la cadena de desventuras que siguen. Stewart, en un papel al que se ajusta como anillo al dedo, interpreta a Lou, a quien conocemos limpiando retretes en un gimnasio. Lou no parece gozar de mucha emoción en su vida, escucha cintas para dejar de fumar y aspira a ser un poco más como los clientes de su gimnasio. Pronto se queda pillada por la nueva incorporación, una culturista mazadísima llamada Jackie. Y, sí, tal y como se ha remarcado en el marketing de la película, este es un thriller lésbico donde se deja poco para la imaginación – tanto a nivel erótico como a nivel de visceras. Sin embargo, aquí el factor LGTB, lejos de estar tokenizado o forzado, es un elemento orgánico más para la historia, que le aporta riqueza y personalidad. A pesar de estar ambientada en los 80, las dificultades a las que se ven expuestas las protagonistas no tienen nada que ver con su sexualidad. 

Ed Harris y Dave France, por su lado, interpretan a los villanos de la película: un traficante de armas con muchos cadáveres en el armario y el abominable marido de la hermana de Lou. Ambos trabajan de maravilla con lo que se les da y aportan un aura de peligro y suciedad a la obra. Aún así, el foco está claramente sobre la relación entre Lou y Jackie, que se chutan esteroides nada más se juntan y se enganchan la una a la otra con vertiginosa necesidad mutua. 

Un momento que describe tanto su relación como el tono de la película a la perfección es un plano a cámara lenta donde el batido de proteínas de Jackie desborda y le chorrea por los pectorales, mientras Kristen Stewart asciende, lamiéndoselo de encima. No os preocupéis – no es porno, es A24. Ni la desnudez, ni las escenas de sexo son gratuítas. Todo lo contrario, en ocasiones sentimos que nos estamos entrometiendo en la intimidad de esta pareja, cuya química atrapa, aunque el guión no profundice en ello tanto como las actuaciones o la puesta en escena lo intentan.

En ese sentido, estilo sobre sustancia podría definir bien a Sangre en los Labios, pero ¿quién necesita sustancia cuando hay tanto estilo? Abro debate. En definitiva, esta película acierta más en sus aspectos técnicos y en su vibra contagiosa que en su trama y en su desarrollo de personajes, pero no estoy seguro de que eso sea un problema.

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