Hace apenas un par de años, una película sacudió el indie americano por su honestidad. Hablamos de Vidas pasadas (2023), opera prima de la cineasta coreano-canadiense Celine Song. Una película sobre relaciones, comunicación y esa sensación ineludible del “qué habría podido ser…”. Nominación al Oscar incluida, Vidas pasadas fue el disparo de salida a la filmografía de una directora que prometía destrozarnos el corazón con cada nueva propuesta.
Cuando se anunció que la segunda película de Song iba a ser una comedia romántica más ligera muchos (quizá solo el que escribe estas líneas) se ilusionaron con una rom-com de la vieja escuela, dirigida por una autora con mucha mano en la puesta en escena y comprensión por los recovecos del corazón. El primer tráiler de Materialistas y un elenco liderado por Dakota Johnson, Chris Evans y Pedro Pascal, se encendieron las primeras alarmas. ¿Y si Song no tiene nada más que contar? ¿Se ha vendido a una propuesta mainstream superficial y olvidable? Me temí lo mismo que me temí cuando, tras el éxito de Cinco lobitos (2022), Alauda Ruiz de Azúa dirigió para Netflix Eres tú (2023), una comedia romántica banal y – a falta de un término mejor – netflixiana hasta los poros. No me malinterpretéis, Ruiz de Azúa ha demostrado que es mucho mejor cineasta que su peor película, pero en su momento me temí que se perdiera en un cine corporativista.
Por lo tanto, las expectativas de cara a Materialistas eran moderadas. Entiendo que, tras el visionado haya podido decepcionar a muchos, pero debo decir – de entrada y a falta de matizar – que me ha parecido una genialidad. La cinta sigue a Lucy (Dakota Johnson), una casamentera que trata las relaciones como si se trataran de fórmulas matemáticas. Para saber si una persona es compatible para ti sólo necesita saber cuánto gana, cuánto mide, qué le gusta y, sobre todo, cuánto gana de nuevo. Su propia vida sentimental, aparcada hace tiempo, se debate entre el teóricamente ideal (y adinerado) Harry (Pedro Pascal) y su exnovio/actor fracasado/ pobre John (Chris Evans).

Uno de los elementos de Vidas pasadas que dio más que hablar fue la capacidad de los personajes para comunicar sus sentimientos (especialmente la pareja formada por Greta Lee y John Magaro). Era una película sobre la comunicación, en la que se subrayaba que la responsabilidad afectiva, aunque imprescindible, no siempre es suficiente. Materialistas es la némesis perfecta de su opera prima, pues sus personajes ni siquiera hablan: enuncian palabras, responden frases y conjugan verbos; pero en ningún momento existe comunicación. Song critica la superficialidad de las relaciones prefabricadas a través de una película extremadamente inorgánica y superficial.
El universo que crea Song para Materialistas es una inquietante y terrorífica iteración de Nueva York. Un universo en el que las personas son robots que ven los vínculos como medios para un fin y en el que las frases parecen escritas por un IA sometida a millones de horas de pastelosas comedias románticas. Los actores son claves para construir este universo, pues Chris Evans y Pedro Pascal sacan a relucir sus evidentes limitaciones actorales de la forma mejor aprovechada posible. Song les pide que actúen mal… y funciona.
Dakota Johnson está, por supuesto, muy por encima de sus compañeros e interpreta de forma consciente y voluntaria de la forma que la ha convertido en meme. Es una actriz muy capaz, pero su marca no es su papel en Bailando por la vida (Cooper Raiff, 2022) – debería haber ganado el Oscar por ese rol -, sino que su sello como actriz es la planitud de sus papeles en Cincuenta sombras de Gray (Sam Taylor-Wood, 2015), Madame Web (S.J. Clarkson, 2024) o sus entrevistas con Ellen DeGeneres. Es como si Kristen Stewart, a pesar de tener el talento para trabajar para Assayas, Larraín o Woody Allen, siguiera encasillada, por voluntad, a roles como el de Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008).

El guion es, de nuevo, deliberadamente malo. Y esta voluntariedad lo convierte en un guion perfecto para esta película. Los diálogos son tronchantes por contraste con la realidad. Insisto, como en una película de Almodóvar, los personajes de Materialistas tienen una forma de hablar que no se parece en nada más que en los fonemas con un diálogo real. Visto todo esto uno podría pensar: “Gerard, ¿no puede ser que estés en fase de negación y la película sea simplemente horrenda?”. No. Me niego a estar en negación.
Y es que una película que no pusiera atención al guion no podría ser una película con tanta atención dedicada al apartado visual, especialmente cuando son las manos de la directora las que han tecleado el guion. ¿Sabéis la típica película romanticona que emiten en La1 un domingo por la tarde, de la que no habéis oído hablar, pero en la que aparecen Diane Keaton, Michelle Pfeiffer, algún actor de televisión rollo Matthew Fox y una estrella fallida como Nina Dobrev? Esas películas de catálogo tienen siempre una dirección de catálogo: plano, contraplano, plano general ubicativo, contraplano, plano inserto de un perro reaccionando… Materialistas no es eso, aunque nos lo venderán como tal. Tiene travellings locos, planos cenitales, gags visuales con la profundidad de campo… y todos estos recursos están utilizados con estilo y sentido narrativo-visual.
Materialistas es una muy buena película disfrazada de película mala. Celine Song utiliza magistralmente este mecanismo para construir un discurso sobre la superficialidad de las relaciones en la América cosmopolita. Todo el film concluye como un inteligente gag que ridiculiza tanto la frialdad calculadora de buscar ideales románticos de los treintañeros como la intensidad pasional peliculera de los ilusos enamorados. La sensación final del visionado de Materialistas termina siendo incómodo y el espectador rechaza la empatía con ninguno de los personajes a pesar de que, en realidad, hay, en cada uno de nosotros, tanto de los comprensivos personajes de Vidas pasadas como de los egoístas caracteres de Materialistas.