Sigo mi camino por el D’A. Sigo haciendo nuevos descubrimientos rodeado de la bohemia barcelonesa. El Aribau y el CCCB parecen ser mis nuevas casas. He reflexionado mucho sobre el capitalismo actual y la explotación laboral (con Wang Bing y Radu Jude), las relaciones tóxicas (con João Canijo) y de la melancolía amorosa a través del espacio (con Kim Tae-yang). Pero también he aprendido sobre el juego de la vida y la dulzura del amor (con Agnès Varda). Ya que me he dado cuenta de que solo veo películas deprimentes en el D’A.
Pero después pienso en lo que me otorga este festival y el milagro que supone para los pretenciosos barceloneses y se me pasa. Así que va, empezamos por este seguimiento de mis visionados tristes pero tremendamente potentes del festival.
La primera película que vi esta semana fue Youth (Spring) de Wang Bing. Un documental que fue rodado a lo largo de 5 años y sigue a unos trabajadores de talleres textiles en el distrito de Liming (China). Todos son jóvenes de entre 17 y 22 años, y son explotados y maltratados por el sistema. Wang Bing no solo les sigue en sus jornadas laborales, sino también en su cotidianidad. Escuchamos sus pensamientos en voz alta, frustraciones y deseos. Todos, aún estar llenos de una tristeza estremecedora, siguen adelante milagrosamente
Vemos las relaciones que tienen entre ellos de la manera más orgánica posible. Se pelean, coquetean, juegan e intentan evadirse. Wang Bing podría grabar y narrar, pero solo decide grabar. Consigue generar una gran empatía por parte del espectador gracias al enorme respeto que siente por sus sujetos y las diversas historias reales, que no aburren. Su radicalidad yace en el respeto y en la espontaneidad. Es un documental único, cansado y triste. Aun así, después de estar horas escuchando máquinas de coser y ver ojos cansados, un sol de esperanza parece irradiar, uno muy humano.
De momento no tiene distribuidora en España. Pero es la película más humana que he visto en mucho tiempo.
Ángela: Vladimir, no puedo más
Vladimir: Eso es lo que tú te crees.
Do Not Expect Too Much from the End of the World es… es. Seguimos a Ángela, una ayudante de producción que conduce su furgoneta por Bucarest para cumplir una misión para una multinacional: buscar testimonios para un spot de seguridad laboral.
El director Radu Jude, que hace diversos cameos como repartidor de Glovo en la película, es el director con más mala leche que he visto nunca. A parte de dirigir una comedia que te atraviesa a carcajadas, decide también conducirte por el camino más trágico posible. Es un claro ejemplo de “reír por no llorar”. Trabajar jornadas de 16 horas, reírse de la muerte de la reina y de toda la pandemia del 2020, cine-ensayo, tiktok, Uwe Boll, reuniones de Zoom, diapositivas, Viktor Orbán, Bobita, Caucescu, Europa. Estos términos desordenados y caóticos definen la película. No creo que sea justo definirla en tan solo 2 párrafos.
No tiene nombre lo de esta obra maestra, necesita ser estudiada y ser revisitada de nuevo. Ese caos que reina el mundo, y cada individuo hace ver que no existe, Radu Jude te lo hace ver de la manera más completa y densa posible. A través de una comedia ácida que se convierte en una tragedia brutalmente desgarradora. Salí destrozado de la sala de cine, no puede ser que exista una película tan posmoderna y contemporánea como esta. Fascinante.
Se distribuirá a través de Filmin. Haced el favor de verla. Por mi y por vosotros.
Apenas una hora después de presenciar ese caos ordenado que me había organizado Radu Jude, entré a ver Mimang de Kim Tae-yang. Un relato simple de tres historias que involucran a dos jóvenes y su posible amor fortuito.
Película sur coreana, bonita y que entró muy fácilmente. Hay un tratamiento del espacio muy interesante. Estos dos jóvenes recorren el mismo espacio cambiante durante las tres historias. La primera es preciosa: es un encuentro trivial entre los dos, todo parece indicar que algo sucederá, pero ese “algo” no sucede en absoluto. La segunda sigue a la mujer y un nuevo posible amor. La tercera es un nuevo acercamiento a ese posible amor que sucedía en la primera historia, a través de la muerte de un ser querido.
No creo que pueda añadir nada interesante sobre este film. Tratamiento único del espacio y una reflexión muy clara sobre la memoria de Seúl. Aun así, la duración jugaba en su contra. Duraba una hora y media y se movía a través de planos muy largos. Esta duración con ese tratamiento de la temporalidad hace que desees más de la cinta. Pero no deja de ser un ejercicio muy bonito, con resonancias al cine del maestro Hong Sang-Soo.
Un díptico interesantísimo fue el de Mal Viver / Viver Mal. Estos dos films escritos y dirigidos por João Canijo han sido una sorpresa para el público. Mal Viver es la historia de tres generaciones de mujeres en un hotel, y su relación maternofilial entre ellas, después de la muerte del padre de la más pequeña. Viver Mal recoge diversas historias de los huéspedes que suceden simultáneamente con el drama maternofilial.
No conocía la filmografía de João Canijo, y he de decir que me ha sorprendido de la mejor manera posible. Es fascinante su manera de tratar el espacio, el hotel es un espacio insólito, un no-lugar, donde las conexiones se rompen y reaparecen de otra manera más efímera. Mal Viver es la historia más potente, donde el espectador no sabe muy bien donde posicionarse. Un melodrama familiar con una puesta en escena escalofriante, respaldada con unos diálogos fríos para insistir en esa falta de conexión. Además de eso, João Canijo tiene una mirada muy especial, que crea imágenes preciosas a través de los reflejos de ventanas.
La difícil conexión humana la respalda su continuación un poco más defectuosa, Viver Mal. Las historias que suceden en esta segunda parte no son tan potentes como su “predecesora”. Aun así, la fotografía y la mirada de Canijo siguen intactas. Era curioso ver toda la organización que hay detrás de la continuidad del film. Pero sí que es verdad que alguna historia podría no haber estado. Nos cuentan tres historias, la que más falla es la primera, ya que todo este díptico hay una exploración de las relaciones maternofiliales, y en la primera no hay nada de eso.
Aún no siendo un díptico perfecto, son dos filmes que no te dejan indiferente. Una nueva mirada del cine portugués y las conexiones humanas. Donde la toxicidad reina y la imposibilidad de un amor duradero está más presente que nunca. Es verdad, uno se ha de curar después de ver estos filmes.
Pero no hay tiempo para sanar cuando quedan películas por ver en el D’A. Está ya en marcha un tercer (y último artículo) sobre lo que me ha ofrecido este festival.