Me despierto entre sudores fríos, han pasado horas desde que he vuelto del cine con mi hermano y debería dormir pero… Soy incapaz. Una pregunta me persigue, manteniéndome despierto y forzándome a abrir y cerrar el mismo documento de Word una y otra vez con la esperanza de que se me ocurra una respuesta. Esta pregunta es tan inabarcable como sencilla.
“¿Qué es Godzilla?”
“Un lagarto gigante” dice alguien, no sé si una de mis amistades o una de tantas sombras en mi mente.
“¡No! ¡NECIOS!” grito, incapaz de contenerme. “Godzilla NUNCA es solo un lagarto, siempre es mucho más que eso…”, mi voz se convierte en un susurro mientras intento explicar la profundidad de ese ser como símbolo, sin éxito. Me tumba una avalancha de recuerdos. Tengo catorce años, salgo del cine con mis amigos mientras se ríen de que Godzilla (Gareth Edwards, 2014) no es creíble. Tengo dieciocho, mi expareja se duerme viendo Shin Godzilla (Hideaki Anno, 2016). Veinticuatro, intento descargar King Kong Vs. Godzilla (Ishiro Honda, 1962) pero no hay enlaces porque a nadie le interesa lo suficiente como para subirla a internet.
Somos Godzilla y yo contra el mundo.
“¿Qué eres?” le pregunto cuando estamos a solas. “Depende de la película, viejo amigo” responde Godzilla, acariciándome la mejilla; “originalmente era una analogía sobre el imperialismo japonés, recientemente he sido una reflexión sobre la incapacidad de la burocracia. En la serie Monarch (Chris Black, 2023) soy un paralelismo entre mis interpretaciones japonesas y estadounidenses, una especie de Ouroboros metanarrativo”. La sabiduría de este ser me emociona hasta el punto de las lágrimas mientras pregunto “¿Y en Godzilla Raids Again (Ishiro Honda, 1955)?”. “Ah”, Godzilla sonríe, “en esa soy un lagarto gigante”.
El sol de la mañana me despierta, algo desorientado. Sigo delante del ordenador, con un documento abierto en el que hay una sola frase que debí escribir antes de caer dormido.
“Godzilla Minus One está chula.”
De hecho no solo está chula, es que es una de las mejores interpretaciones del kaiju hasta hoy. Durante los años, todas las películas de esta franquicia han oscilado entre dos direcciones a la hora de representar al monstruo. “Godzilla es el prota y un tío de puta madre” es la dirección por la que ha optado Hollywood recientemente con el Monsterverso, especialmente con Godzilla vs. Kong (Adam Wingard, 2021), igual que la mayoría de sus películas japonesas pre-2016. Estas suelen ser obras de acción, en las que Godzilla es el protagonista de la cinta y tiene que enfrentarse a un monstruo malvado. En esencia Rocky con monstruos gigantes. Son películas muy divertidas pero que no suelen prestarse a análisis, más centradas en entretener constantemente.
La segunda dirección es “Godzilla representa algo profundamente podrido en la sociedad y se ha despertado de mala hostia”. Esta es la dirección de Godzilla (Ishiro Honda, 1954), Shin Godzilla y la película que hoy nos interesa, Godzilla Minus One (Takashi Yamazaki, 2023). En estas el kaiju es el villano, a menudo representando algo mucho mayor y sutil. Esta tendencia nació desde la primera película, un estudio de la relación entre Japón, sus tendencias imperialistas y las consecuencias de la bomba atómica sobre la población. A menudo se dice que Godzilla era una metáfora de los ataques nucleares, pero viéndola hace poco es más sutil que eso: el monstruo representa la inevitabilidad de una respuesta violenta al imperialismo japonés, el ser una superpotencia con mucho armamento y pocos escrúpulos garantiza que una mayor superpotencia con más armamento y menos escrúpulos eventualmente te ataque.
Shin Godzilla, más reciente, expande esta dirección llevando el conflicto al Japón actual, con Godzilla haciendo el papel de la amenaza perfecta para una sociedad perdida en su propia burocracia. Una y otra vez vemos las órdenes del primer ministro recorrer las cadenas de mando japonesas, solo para no servir de nada al llegar a quien las tiene que ejecutar porque para entonces la situación ha cambiado.
Esta dirección para el monstruo es mucho más interesante, no solo porque yo sea un pavo pretencioso al que le gusta utilizar términos como “subtexto” o “términos”, si no porque prácticamente aseguran la inmortalidad de la película. Las primeras películas que intentaban asombrar con el espectáculo de Godzilla se han quedado desfasadas al evolucionar los efectos especiales. Sin embargo, la misma Shin Godzilla se ha vuelto mucho más potente en los años posteriores al Covid-19, siendo casi profética (recordemos que salió en 2016) en la inutilidad de muchos gobiernos al enfrentarse a una amenaza global inesperada. Aún así, estas películas corren el riesgo de enamorarse tanto de su premisa que se pierden en su propio culo subtexto. Por mucho que adore Shin, ni yo puedo ver dos horas de gente transmitiendo órdenes en japonés sin empezar a dormirme.
Es por esto que Godzilla Minus One (este texto es una review de esa película, de verdad) me parece la mejor película del kaiju. Trata temas tan potentes como la idea del honor o la visión actual japonesa sobre su implicación en la Segunda Guerra Mundial sin dejar de ser un blockbuster (Keaton). Takashi Yamazaki ha mencionado en muchas entrevistas que una de sus mayores influencias para esta película es Tiburón (Steven Spielberg, 1975), el padre del blockbuster moderno. Esta inspiración se nota sobre todo en la escala del conflicto, enfocado como una pelea entre el protagonista y un animal especialmente cabrón (que además mide lo que un rascacielos). El conflicto es íntimo, pero lo que nos muestra es espectacular con todas las letras: Nolan detonó una bomba real para Oppenheimer, pero Yamazaki consigue que una falsa me acojone. De verdad, si leéis este texto a tiempo de verla en cines intentad hacerlo porque es una de las mejores experiencias en una sala que he tenido este año, aunque fuese pequeñita.
Esta película es un recordatorio más de que el cine espectacular y el cargado de significado no son antónimos, por mucho que unos tontos se metan con toda película que no sea americana y otros con todo cine que no sea de autor. El cuidado con el que Godzilla Minus One hila sus temas con sus momentos impresionantes es digno de ver, no revelando sus cartas del todo hasta el final. Hacia el clímax estaba temiendo que la película tuviese un mensaje de derechas solo para que la propia cinta soltase las ideas nacionalistas que parecía defender como un piloto kamikaze saltando del avión en el último momento para no morir en una lucha que no merece la pena.
En resumen, Godzilla Minus One es la película que conecta todas las interpretaciones del kaiju. Tiene un subtexto claro pero profundo, un monstruo aterrador y escenas diseñadas para verlas en la pantalla más grande posible.
¿Qué es Godzilla? Una analogía del honor, una reflexión sobre una guerra que no debió lucharse y, por supuesto, un lagarto gigante.
1 Comment