Ver Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes (Francis Lawrence, 2023) es como ver a un artista olímpico torcerse el tobillo tras la última pirueta. Sí, todo el set ha sido bonito e interesante, pero solo puedo pensar en la hostia que se ha metido al final.
Quienes hayáis visto a través de esta inteligente, compleja y sutil metáfora habréis notado que no me convence el final de Balada de pájaros cantores y serpientes (Balada para los amigos). Algo especialmente doloroso en una película que apuesta todo en el tercer acto, al relegar casi exclusivamente a este la “transformación” de Coriolanus Snow (Tom Blyth) en el fascista de la saga original.
Aunque “transformación” no termina de ser el término correcto, ya que implica que no era un fascista hasta ese momento. Balada es otra película de Los Juegos del Hambre que brilla en su honestidad a la hora de tratar temas políticos para un público joven. Esta entrega explora el origen de un dictador y cómo comienza su auge al poder, planteando preguntas al espectador del estilo de “¿cómo surgen y se perpetúan los sistemas de abuso?” o “¿está justificado ser un fascista si estás bueno?”.
La película ancla en su atractivo y facha protagonista la mayoría de temas e imágenes políticas, comenzando con él siendo engañado por confiar en la meritocracia (recordemos que la primera película va de que deberíamos quemar LinkedIn) y terminando con él convirtiendo los Juegos del Hambre en un fenómeno de masas, no porque crea en ellos o los aprecie, sino porque son una herramienta útil para conseguir poder absolutista.
De la misma forma que Snow es la encarnación de los mejores aspectos de la película, lo es también de los peores. El libro original está escrito desde su punto de vista, dejándonos ver los pensamientos de un narcisista manipulador en todo momento. Esto se pierde en la película, con ciertas escenas que ganarían mucho dedicando más tiempo a sus motivaciones y proceso mental. Todo funciona, todo conecta y solo al final empecé a pensar que algún giro salía de la nada, pero no siento que conozca al protagonista como conocía a Katniss (Jennifer Lawrence) al final de Los juegos del hambre (Gary Ross, 2012), película que también se permitía ser algo ambigua en la construcción de su protagonista y su relación con su interés romántico.
Irónicamente tras mi rechazo a la separación de Sinsajo – Parte 1 (Francis Lawrence, 2014) y Sinsajo – Parte 2 (Francis Lawrence, 2015), tengo la sensación de que Balada hubiese funcionado mejor en dos películas. Una cubriendo hasta el final de los Juegos (más o menos el final del segundo acto) y otra tratando las consecuencias de estos. Quizás hubiese permitido ahondar más en el narcisismo manipulador de Snow y telegrafiar mejor su involución en el dictador de las originales. O quizás ese tiempo extra hubiese desembocado en un mejor protagonista para dos películas peores, nunca lo sabremos.
La película que hemos recibido se queda algo corta, pero solo “falla” en su final. Lo que mi fuente de confianza me ha contado del final del libro es a grandes rasgos lo mismo que ocurre en la película. Pero en el libro has conocido mejor a los personajes involucrados y, especialmente, lo ves todo desde la mente de Snow. Eso significa que puede permitirse mostrar una visión más irreal y sesgada del conflicto final que no solo funciona, sino que además contribuye a la caracterización del protagonista. El film, sin dejar de ser desde su punto de vista, nunca llega a interiorizar tanto. Se queda a medias entre empaparnos en la paranoia del prota y mostrarnos una realidad objetiva, quedándose en una secuencia confusa algo vaga en cuanto a quién o qué ha sucedido para precipitar ese conflicto.
No obstante, un tercer acto con un ritmo irregular no empaña una cinta a la altura de las películas anteriores: al final es una película dirigida por Francis Lawrence con mensajes políticos poco sutiles, flirteo con imágenes de injusticia racial, buenos intérpretes y violencia tan cruda como la calificación +13 permite. Dicho de otra manera, es una película de los Juegos del Hambre con sus triunfos y sus fracasos.
Viéndola se te olvida que han pasado ocho años desde la anterior y esa es, sin duda, su mayor victoria.