Empiezo este texto con la advertencia de que estoy escribiendo este artículo sin que el festival haya terminado siquiera. Pero en una semana he vivido esta experiencia Alternativa que creo que se debe compartir. L’Alternativa cumple 30 años, y vaya 30 añazos. Hablaré sobre todo de mi experiencia respecto a las películas que he visto y los talleres que a los que he podido asistir. A las películas ya les haré justicia con una review en su debido momento.

Empecé mi experiencia el 10 de noviembre, el día de inauguración, con mi queridísimo Aki Kaurismäki. El evento tenía lugar en la Filmoteca de Cataluña. Estaba totalmente lleno, todas las butacas ocupadas. En el público me encontré con mucha gente a la que conocía personalmente, además de algunos profesores de Comunicación Audiovisual de la Pompeu y también al crítico magnánimo Carlos Losilla. Además de eso, mucha gente a quien sigo por Twitter (o X, ya no lo sé) también estaba por ahí.

Los responsables de L‘Alternativa hicieron el acto de inauguración junto a Esteve Riambau. Se notaba un ambiente muy bonito en la sala y, la verdad, es que todos estábamos expectantes ante lo que nos ofrecería el festival este año, y, sobre todo, lo que nos ofrecería Kaurismäki. Riambau dijo, y cito “Lo que vamos a ver hoy, es el nuevo proyecto de Kaurismäki, un Kaurismäki más Kaurismäki que nunca.” Estoy seguro de que a toda la sala se le puso la piel de gallina durante unos instantes. Las luces se apagan, y la película empieza.

¿Qué decir de Fallen Leaves? Ver un nuevo proyecto de Kaurismäki después de 6 años es una experiencia única. Con la sala llena, y todo el mundo riendo y disfrutando de personajes con personalidades propias del cine de Bresson. Es un Kaurismäki muy contemporáneo a nuestros tiempos, constantemente poniendo la radio y hablando contra la guerra de Ucrania.  Al mismo tiempo, más tierno que nunca. Es una delicia de película sobre el amor. Es una de estas películas que te hacen decir: “wow, otra película romántica”. Pero es “otro” tipo de amor romántico, el que parece que, a veces, uno no encuentre palabras para expresarlo. Tiene decenas de escenas memorables: hay una escena de miradas entre protagonistas mientras un finés canta “Sarabande” de Schubert (sí, se puede cantar también) que me provocó más de una lagrima al verla. Hay un chiste en el que dos personajes que salen de un cine dicen que la película que estaban viendo (Los muertos no mueren (2019), de Jim Jarmusch) les recordó a Diario de un cura rural (1951), de Bresson y a Banda aparte (1964), de Godard, y toda la sala empezó a aplaudir y a reírse como locos pretenciosos. La verdad, es que esta inauguración transmitió buenas vibraciones. Profundizaré en todos mis pensamientos sobre la película cuando se estrene en España, el 29 de diciembre (si no recuerdo mal), a través de Elastica Films.

La segunda película que vi fue Samsara, de Lois Patiño. Era la película que más esperaba este año, sin obviamos las dos de Hong Sang-soo (porque a Hong nadie lo supera). Lo que iba escuchando desde Berlín y otros festivales me dejaba totalmente paralizado. Fui a la Berlinale este año y no tuve la ocasión verla. Hubiese estado una experiencia fuera de este mundo. Cuando oí por primera vez que contenía una escena de unos 15 minutos en la que te pedían que cerrases los ojos, no podía dejar de pensar en lo fuerte que podía ser tal experiencia.

Samsara se proyectaba en los cines Maldà. Cuando llegué me crucé con Lois Patiño, y me quedé bastante sorprendido porque no sabía que venía a presentarla él, pensaba que solo la presentaba el director de fotografía Mauro Herce, pero, al parecer, a Lois Patiño finalmente se le antojó venir. La cola era bastante larga, y me reencontré con gente a la que había visto en Fallen Leaves, fue curioso. Me senté y me encontré con un compañero de la carrera y posteriormente con otro. Antes de empezar subieron al escenario Lois Patiño, Mauro Herce y Jordi Balló, que era el responsable del Máster de la UPF y financió una gran parte de la película. Jordi Balló mencionó como de increíble parecía que una película así fuera financiada, y que daba mucho de si para que el cine emprendiese un nuevo camino. Posteriormente Lois Patiño, un poco nervioso, presentó la película junto a Mauro Herce, y dijo “bueno, Mauro no ha visto toda la película, solo la mitad, ya que solo rodó la mitad de la película”. Pensé que Mauro Herce se había enfadado con Lois o algo y que, por eso, no acabó el proyecto, pero era una cosa totalmente distinta.

La película empezó, y se notaba un ambiente tenso al principio, ya que era evidente que toda la sala estaba atenta esperando “LA SECUENCIA”. Aun así, a medida que la película te iba guiando, más la vivías y más eras uno con ella. La película empieza en Laos y sigue a un grupo de budistas y a un joven que le lee el libro de los muertos tibetano a una mujer que está a punto de morir. Las imágenes eran espectaculares: unos paisajes y una temporalidad que nunca había vivido. Después de un suceso muy concreto, llega “LA SECUENCIA”. Qué decir de esa secuencia. No quiero decir absolutamente nada para que todxs vosotrxs vayáis a verla. Pero sí, es tan espectacular como dicen. Lo de cerrar los ojos cuesta al principio, pero después te inunda la experiencia. La banda sonora es preciosa también, la recomiendo mucho. Compartiré todos mis pensamientos cuando se estrene, el 15 de diciembre, de la mano de ATALANTE.

Acabó la proyección y llegó el coloquio. Lois Patiño es un hombre que habla de forma muy relajada, y nos dijo que él lo pasa fatal en los rodajes. Tuvo bastantes problemas para encontrar a la actriz principal, ya que en Laos reina la creencia “animista” (creencia que atribuye vida, intencionalidad, voluntad o sentimientos parecidos a los del hombre a todos los objetos de la naturaleza) y cada actriz candidata que debía “simular su muerte” pensaba que era mal augurio para su siguiente vida. Además de eso habló de los dos directores de fotografía e hizo una reflexión sobre las imágenes y el sonido del filme que fue preciosa. Dijo “cambié los directores de fotografía para dividir la película en dos, pero mantuve al director de sonido. Esto me hizo pensar que las imágenes eran el cuerpo y el sonido el alma, que siempre está ahí”. Classic Patiño, preciosísimo. También habló de la complejidad de la comunicación y su proceso creativo. Lois Patiño tiene ese algo que hace que cuando habla te creas todo lo que te dice. Seguro que no nos estaba vacilando, pero si estuviese haciéndolo caeríamos en su vacile al 100%.

Estuve unos días sin hacer nada de L’Alternativa. Me hubiese gustado ver Here de Bas Devos, o La Quimera de Alice Rorwatcher, pero no pude. Eso sí, fui a la Masterclass de Nicolas Philibert. ¿Sabéis ese sentimiento de «lo que me ha enseñado esta persona en dos horas es pura sabiduría y literalmente puedo hacer cine»? Pues creo que así fue como nos quedamos todos después de la Masterclass.

La primera vez que vi a Nicolas Philibert, fue cuando estaba con un amigo en la cola para coger unos auriculares para la traducción, y lo vimos salir del baño vestido casi de chándal. Nos dijimos: «hemos visto a Nicolas Philibert salir del baño en chándal, esto promete». Nos sentamos, nos pusimos los auriculares y empezó la Masterclass. Philibert dijo que no quería que esto fuese una Masterclass, ya que él no era un maestro, él hacia cine porque quería, no para hacer obras maestras. Empezó haciendo un repaso de su pensamiento como director y de sus objetivos a la hora de hacer cine. Dijo que su primer proyecto fue La voz de su amo (La voix de son maître, 1978),y que era un documental que mostraba cómo actúan los jefes de empresas. Era una película que no juzgaba, pero tampoco favorecía a la patronal. Ya que Philibert siempre ha dicho que no le gusta nada hacer películas con intención política, debido a que no le gusta ser cerrado de mente. Posteriormente habló de un proyecto de ficción fallido sobre una chica sorda que se enamora de un músico. Aquí es donde la cosa empezó a ser muy divertida, ya que a Philibert le fascina el lenguaje de signos. Para él, la comunidad de sordos siempre ha sido una comunidad que traspasa el lenguaje como todos lo conocemos, la gente sorda tiene que comunicarse a través del cuerpo y las expresiones faciales. Nos hizo algunos ejemplos, todos riendo a carcajadas de lo bien que lo hacía y las ganas que tenía de enseñárnoslo.

Alguien del público le preguntó a Philibert sobre una frase que él dijo una vez. La frase era “la improvisación es una necesidad ética”. A lo que Philibert respondió con una reflexión bellísima. Dijo que él cuando filma, lo quiere hacer de la manera más principiante posible, sin preparar nada de antemano. Él filma, filma, filma y filma. No quiere llegar a ningún lugar en concreto. Ya que, para él, su cine es un cine de aprendizaje. Le gusta iniciar un proyecto sin saber nada del mundo que filmará. Si uno sabe a lo que va, y se prepara de antemano lo que quiere ver, parece como si fuese un encuentro muy forzado, que en consecuencia, conlleva un falso encuentro. Por eso, cuando el filma un documental, se abandona a si mismo de lo que sabe y de sus deseos de dirección, él quiere saber, y cuando uno quiere saber es donde aparece un encuentro auténtico. Para Philibert, lo importante es entender a los individuos y mirarlos con ojos vírgenes. Dijo una cosa preciosa: “Yo no hago documentales sobre estas personas, yo hago documentales con y gracias a estas personas”. Todo su cine sirve para explorar una parte curiosa suya, todo es para aprender y compartir cómo esta gente siente, cómo responde o piensa. Y todo a partir de la ignorancia y de preguntas, sin un mensaje ideológico concreto.

También habló sobre el miedo de iniciar un rodaje, sobre todo en su documental La menor de las cosas (La moindre des choses, 1997) donde grababa en un psiquiátrico. El miedo inicial mezclado con una curiosidad que no lo dejaba dormir le impulsó todavía más a hacer esta película. Por esta misma razón es que también veía su cine como una manera de autoconocimiento, que lo hacía crecer como cineasta y sobre todo como persona.

Finalizó su masterclass con una parte muy extensa dedicada a su filme Nénette (2010). Que es la filmación de una orangutana (Nénette) mientras el sonido de diálogos de humanos observándola hacen constantes reflexiones sobre el mundo animal y el humano. Esto iba relacionado con la dificultad del montaje, y especialmente en Nénette, el proceso no fue nada fácil. Además de eso habló sobre la presencia en el cine. La imagen que siempre está, pero una imagen que tampoco tiene una finalidad conceptual. Y por encima de todo, en Nénette, uno observa a la orangutana constantemente, y necesita captar hasta el mínimo gesto animal para empatizar con ella. Asimismo, la cámara capta estos gestos, como los captaba con los sordos, pero aquí es un lenguaje fuera de nuestro mundo. Por eso la dificultad de poner en palabras lo que uno siente, lo que un animal siente delante de una cámara.

Complementaba esta parte final con su película que se iba a estrenar el día siguiente en L’Alternativa, En el adamant (Sur l’adamant, 2023). Diciéndonos que no solo la improvisación era una cuestión ética, sino que, al filmar en sitios como un psiquiátrico, no es bueno filmar de manera deliberada. La cámara debe ser sincera, filmar lo que debe y de la manera más honesta y bondadosa posible. Nos ayuda a acercarnos a los demás, y, sobre todo, cuestionarnos, «¿Qué papel tengo yo en la vida de esta persona?» Por eso se necesita ver más allá. Más allá del mero entendimiento, tenemos que ser esa persona.

Al día siguiente fue el turno de En el Adamant en la Filmoteca, la ganadora del oso de oro en Berlín de este año. En el Adamant es todo lo que Philibert nos había prometido el día anterior. Un retrato tierno y sin prejuicios de una institución mental. La presentación corrió a su cargo y el público también le hizo unas preguntas. La película es cierto que no parece una película, o por lo menos un documental como lo conocemos. Es una mirada tímida y subjetiva de un mundo que, a menudo, se ve con ojos inquietos y llenos de prejuicios. La película en si también tiene mucho mérito al focalizarse en los pacientes y dejando atrás a los psiquiatras, quienes podrían diagnosticar y clasificar a los pacientes de manera frívola. Hasta Philibert nos confesó que, en más de una ocasión, algunos pacientes tenían brotes de delirio y él decidía dejar de grabar por respeto y porque alimentaría esa mala imagen que se tiene de las instituciones mentales. Es cine muy humano y ético. Los personajes son muy entrañables. Dan su punto de vista de absolutamente todo y, poco a poco, vamos descubriendo más sobre ellos, pero nunca lo sabemos todo. Incluso puede que algún paciente resuene en nosotros mismos, como el paciente que está convencido que es la rencarnación de Theo Van Gogh y al mismo tiempo quiere demandar a Wim Wenders por inspirarse en la relación que tenían él y su hermano para construir a los hermanos de París, Texas (Wim Wenders, 1984). Tiene una escena magnífica hablando de como la ficción y Jim Morrison le salvaron la vida para seguir adelante en medio de una desgracia amorosa. Aunque la película no llega a resonar tanto como querríamos en nosotros mismos, es un claro ejemplo de que el cine es algo más que un arte, es una creación humana y curiosa que nos lleva a la reflexión y a la empatía más sincera.

Una curiosidad, es que nos dijo en primicia que esta película iniciará una trilogía sobre las enfermedades mentales, y que en las siguientes dos partes personajes de En el Adamant volverían. L’Alternativa ha sido un festival bellísimo. Era el primer año en el que asistía y, la verdad, que me ha llenado la semana de nuevo aprendizaje y distintas emociones. No puedo parar de pensar en que estas películas que he compartido con gente (alguna más cercana y otra algo más lejana a mí) se estrenarán en España tarde o temprano, y podré volver a vivirlas como la primera vez. Lo mejor del festival para mi fue la gente, gente a la que admiro, sigo en Twitter, o veo en clase estaban ahí, y gente que había visto en proyecciones anteriores también. Al fin y al cabo, todo parte de crear una comunidad, y ¡qué bella es esta comunidad!

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