Este es uno de los primeros cortos verdaderamente propio de Lois Patiño. Vemos unas rocas. No solo las vemos, sino que parece que las escuchemos. La cámara está estática, y, aun así, hay muchísimo movimiento. Las olas chocan con las rocas, y este choque afecta a la cámara también. Cada vez se difumina más la imagen, parece que la imagen en movimiento se convierta en una pintura en movimiento. Parece que el paisaje sea el protagonista, el actor principal, y la cámara un mero partícipe que no solo lo capta, sino que lo transforma, creando una metamorfosis en la imagen.
Así es Lois Patiño, un director que trabaja con paisaje e imágenes. Pero crea algo mucho más lejano y desconocido. Lois Patiño, nacido un 2 de abril de 1983. Es un artista y director de cine, nacido en una casa ya cultivada intelectualmente. Sus padres son pintores abstractos y a él desde una temprana edad ya le interesa el lenguaje abstracto de la pintura, incluso después se llegará a interesar por el cine más pictórico. Estudió cine en la TAI de Madrid, mientras estudiaba psicología en la complutense de Madrid. Hizo el máster de documental en la universidad Pompeu Fabra y, posteriormente, ha ido haciendo diferentes talleres con autores tales como Pedro Costa, James Benning, Mercedes Álvarez o Víctor Erice. Considerado uno de los cineastas emergentes más importantes del momento, cuya fama también se debe al Novo cine galego junto a Oliver Laxe o Diana Toucedo, Patiño, ha recorrido innumerables festivales como Cannes, Locarno, Berlín, FICUNAM e incluso ha ganado algún premio en algunos de estos.
1.- El paisaje y la imagen
Lois Patiño empezó su carrera artística con dos videoinstalaciones: Duration-Landscape y Distance-Landscape. La primera trata de partir de una cámara estática en un paisaje y, a través de aplicar vaselina en la cámara, se modifica la imagen para convertirse en algo nuevo. La segunda habla de
distancias en el paisaje, del poder de la cámara y de la lejanía de un paisaje, pero también de su
magnitud.
Patiño trabaja con el paisaje de una manera muy científica. El paisaje como actor. En la primera de las instalaciones juega mucho con la imagen, haciendo una metamorfosis de esta y del paisaje en sí. El paisaje sigue ahí, pero ha cambiado por completo. El cine contemporáneo usa el paisaje como un protagonista más, y es fascinante como esta naturaleza incontrolable crea un mundo, que, aunque siga siendo nuestro, no lo parece. Se hace más amargo, pero al mismo tiempo nos hace sentir que queremos pertenecer a este mismo. Hay algo fascinante que no deja descansar la vista, y hace que no solo veamos un paisaje distinto, sino que sintamos algo más allá de lo racional. Como he dicho también al principio, es la imagen que se manipula, pero el sonido sigue siendo el mismo, creando este paralelismo de lo que vemos y oímos. El sonido viene también de la naturaleza, procede y se transforma también. Lo que hace Patiño en este proyecto podría parecer casi un documental sobre el paisaje. Pero sin palabras, solo con imágenes y sonido y, sin movimientos de cámara, elabora una ficción. Una ficción de un paisaje imposible y único. Uno que no tiene sitio en el mundo, pero parece ser que en el arte sí. Observar un paisaje, manipularlo, volver a observarlo, oírlo, sentirlo, esto es la maravilla del mismo.
La segunda videoinstalación es igual de fascinante que la primera. En los años treinta y cincuenta los franceses del Cine poético francés y los italianos del Neorrealismo Italiano querían ya crear una atmosfera que estuviese por encima de los personajes. En Stromboli (1950), de Rossellini, la estrella endiosada de Ingrid Bergman era mucho más pequeña que el paisaje del pueblo pequeño que lleva el titulo de la película. Pues, Patiño hace lo mismo en Distance-Landscapes. Sobre todo en este corto.
En este cortometraje, un partido de futbol parece ser engullido por un paisaje aún más grandioso, pero
totalmente estático. Creando, de un momento de emoción y dinamismo, algo estático y sereno. No hay zoom out, la cámara es estática, solo hay tres planos en total, cada uno más general que el anterior. Si el primer plano parte de una emoción llana, ya que parece que los jugadores del partido son el elemento menos importante, el tercero, prácticamente, nos habla de lo insignificante que es toda la raza humana. Porque lo que importa es el paisaje y lo que hay en él. Al fin y al cabo, la especie humana vivimos en un mundo natural, cuyo objetivo es seguir adelante, y no nos damos cuenta de la magnitud del poder de este mismo, que, si quisiera, nos podría engullir como vemos metafóricamente en estos cortos. El humano ya no es importante, es, de hecho, tan poco importante que ni siquiera se observa el concepto de la creación humana.
Estos dos proyectos resultan fascinantes. Ya dejan entrever el lenguaje que Lois Patiño tomará durante gran parte de sus proyectos posteriores. Estabilidad, paisaje, duración, imagen y meditación.
El corto que mejor representa el inicio de su carrera y de lo que vendrá posteriormente es En el movimiento del paisaje (2012) . Un hombre de espaldas, no sabemos quien es, no sabemos como es, solo sabemos que esta parado en su sitio. No dice nada. Debe pensar muchísimo. A lo mejor llora por la belleza, o a lo mejor sonríe. No se sabe. Delante de él esta una magnitud paisajista monumental. Un paisaje que se mueve constantemente tanto por las sombras, por los rayos del sol, por el viento e incluso por la mirada del espectador. La belleza que contienen estas imágenes es inefable, se crean imágenes mentales a partir de imágenes fijas. Incluso resulta fascinante que no estemos viendo al sujeto humano, aquí es lo de menos, pero perfectamente todos nosotros querríamos estar ahí. Enfrentándonos al paisaje. No luchando, sino comprobando quien resiste más estando uno frente al otro.
Esta insignificancia humana, que anteriormente mencionaba, aquí tiene un sentido más amplio. El humano vuelve a ser insignificante, sí, pero el humano observa. El humano se paraliza ante esta magnitud. El humano es, pero el paisaje fue, es y será. Así que, de momento, centrémonos en observar un paisaje que ahora mismo es efímero, porque el siguiente que vendrá a partir de un corte en negro está por llegar. Aun así, el individuo seguirá en la misma posición, perplejo y, posiblemente, dominado por una sensorialidad que no proviene del mundo de las imágenes.
Esta etapa más experimental sobre el paisaje y el individuo culmina con su largometraje Costa da Morte (2013). Donde el objetivo de Lois Patiño es encontrar una respuesta a la distancia. Es cierto que en este filme aparece una mínima narratividad, pero sobre todo trata de lo que he mencionado anteriormente: del individuo delante de la magnitud del paisaje. Culmina, así, una parte de la carrera de Lois Patiño donde nos enseña a ver una distancia entre paisaje y director, con personajes minúsculos hablando entre ellos, y el espectador oyéndolos a metros de distancia. Patiño crea un tipo de narratividad que hace que la imagen y el sonido vayan en harmonía, y, sobre todo, que el paisaje tenga un papel más extendido y protagónico, debido a que, por primera vez en su carrera, vemos un largometraje, cuando solo habíamos visto cortometrajes hasta ese momento.
Finalmente, vale la pena destacar un corto bastante fascinante de Lois Patiño antes de acabar con este tema. Y es que Patiño con sus personajes consigue hacer en el propio paisaje un nuevo paisaje. No solo eso, sino que, manipulando la imagen y posicionando a sus personajes, crea algo nuevo. Deja de ser una imagen manipulada por vaselina, sino más bien una imagen ya física, donde los personajes ya pueden ir por si solos y formar parte de un paisaje que la cámara parece aceptar.
2.- Tiempo y narratividad.
El paisaje le sigue pareciendo fascinante a Lois Patiño. Pero ahora, no solo es paisaje contra individuos, sino también el tiempo. Lois Patiño ha dicho en varias ocasiones que en sus películas siempre quiere crear un propio lenguaje cinematográfico a partir de distintos intereses. En Costa da Morte (2013) era el paisaje, y en Lua Vermella (2020) era el tiempo.
Antes de Lua Vermella (2020) Patiño hace diversos cortos. Todos recuerdan a los primeros que hizo sobre el paisaje, pero esta vez con actores y individuos ajenos. Todos encima de un paisaje. Llama mucho la atención el corto Fajr (2017), porque recuerda a lo que más adelante sería Lua Vermella (2020). Mantiene la idea de personajes estáticos en un paisaje, pero esta vez con menos distancia. Como si, de repente, a Lois Patiño también le interesase el humano que pisa ese paisaje. Fajr (2017) recuerda mucho visualmente a El Cant dels ocells (Albert Serra, 2008), por ese blanco y negro y esos personajes vagando (esta vez de forma estética) por dunas de arena. Además de eso, Patiño también decide experimentar mucho con la imagen, cambiando sus colores, pero manteniendo el blanco y negro, como había hecho anteriormente en Montaña en sombra (2012).
Aun así, si hablamos de Fajr (2017) tenemos que hablar de Noite Sem Distância (2015), donde vemos a un
Patiño ya muy interesado, incluso fascinado, por la temporalidad de las imágenes. Aunque Lua Vermella (2020) va a beber mucho de ese misticismo misterioso que contiene Fajr (2017), Noite Sem Distância (2015) es un corto donde este misticismo tiene una nueva forma. En la cinta hay diálogos, pero los personajes parecen que no hablen. La cámara sigue estática, los personajes están al lado de otros personajes, el paisaje es amplio, hay diálogos, pero los personajes no hablan. Es paradójico y confuso, pero en Lua Vermella (2020) lo veremos aún mejor. Los diálogos siguen, la cámara no se detiene, la cámara sigue rodando y creando imágenes permanentes en la memoria. A veces los diálogos son inexistentes, y la cámara sigue sin detenerse. Encontramos aquí un claro ejemplo de SLOW CINEMA, donde el tiempo acaba teniendo su forma propia en el cine. Lo que es inexistente a la vista como el tiempo, en el cine toma forma al fin.
Llega Lua Vermella (2020). Película situada en un pueblo costero de Galicia. Aquí es donde encontramos a un Patiño que combina todo su interés por el tiempo y el paisaje, creando una narrativa, como habíamos visto en los dos cortos anteriores (de alguna manera). Todo el mundo está quieto, nadie se mueve. El paisaje es hermoso, pero tenebroso. Domina el estatismo, la población forma parte del paisaje, pero por sorpresa, la cámara se adentra en los rostros de los personajes, y oímos lo que piensan. Vuelve a haber diálogos a través del silencio físico. Los diálogos no son en ningún momento hablados, solo oímos pensamientos, y el paisaje habla todavía más a través de su viento y de sus olas. El misticismo despierta. Se habla sobre muertos y brujas. Los muertos tienen forma, las brujas hablan entre ellas. Hay una amenaza que no se muestra: el mar y el pueblo están malditos. Todos están muy tristes, todos parece que deseen morir. No hay movimiento, parece una videoinstalación, pero el hecho que sea una película es fascinante. Lua Vermella (2020) gana mucha fuerza cuando se ve (o se vive) por primera vez, así que merece la pena no revelar nada. Ya que el tiempo tiene su forma, pero es un tiempo que fluye en un mundo abstracto y fascinante que crea Patiño en su cabeza y que enamora a todo ser que quiera encontrar algo distinto e inigualable.
A partir de estas dos ideas uno ya puede ver que tipo de autor es Lois Patiño. Un videoartista con el deseo de ir más lejos con su cine. Les guste o no a los críticos más conservadores, Lois Patiño es un claro ejemplo de lo que el cine podría ser. Y gracias a él tenemos obras como estas, que nos hacen ser uno con la película. A veces el cine es eso, disfrutar de un paisaje, probar con la imagen, perder la frontera entre el espectador y la película. Ya lo intentaban los cineastas de la Nouvelle Vague: hacer del cine algo que en ese momento no era ni había sido. Lois Patiño hace del lenguaje cinematográfico algo que podría ser.
Posteriormente, en otro ensayo, hablaré de su tercera etapa. La etapa de representar lo invisible. Con Samsara (2023) o Sycorax (2021), donde Lois Patiño ofrece lo más abstracto e intrigante que puede ofrecer el cine español actual. De Samsara (2023) se debería escribir un libro para hacerle justicia, aun así, disfrutemos del trabajo de Lois Patiño, ya que es una experiencia trascendental.