Muy a mi pesar, nunca he sido una gran fan de David Lynch. Os juro que lo he intentado muchas veces, pero nunca he conseguido entrar. Y mira que soy muy fan de la fantasía, del terror y de historias raras, pero con la excepción de Cabeza borradora, nunca me ha acabado de gustar. Tal vez porque nunca lo he entendido, aunque realmente creo que no es posible entender a Lynch.

Así que gracias a este blog me he forzado a mí misma a revisitar la filmografía del director, en especial Mulholland Drive. La había visto antes a trozos, pero nunca la había terminado. Esta vez me he comprometido a verla entera y a darle una segunda oportunidad, tanto a la película como a Lynch. Dicho esto, me da un poco de respeto escribir sobre Lynch, pero voy a intentar hacerlo lo mejor que pueda para que no me linchéis. (valga la redundancia)

Lo primero que debo confesar, es que tras terminarla, tuve que buscar el significado en videos de YouTube de larga duración. Sigo sin entenderla del todo, pero creo que Lynch es mejor cuando no se entiende y simplemente te dejas llevar por su atmosfera y por la puesta en escena . A mi parecer es un cine que no se piensa tanto, sino que simplemente te dejas llevar.

Y esto es lo que consigue mejor Lynch, adentrarte en un mundo que no sigue las reglas convencionales, que no es para todos, pero que aun así sigue una lógica interna. La narrativa es experimental, pero dentro de lo experimental sigue las reglas del juego que crea el propio cineasta. Considero que se puede comparar un poco a Memento (Christopher Nolan, 2000): un rompecabezas, una película que empieza por el final, que hay que ir montando y descubriendo, juntando piezas. Aunque esta vez el puzzle es más emocional y simbólico. Lynch entrelaza con la trama principal, historias secundarias, como la del atraco o la del productor, con una sorprendente destreza y mostrando un gran dominio del género cinematográfico y capacidad de transformarlo a su gusto. Aunque parezcan anecdóticas, todas contribuyen a esa sensación de mundo fragmentado, como si estuviéramos viendo diferentes canales de una misma pesadilla.

Mulholland Drive se puede leer como una fábula oscura sobre Hollywood. En una crítica leí que se podía entender como un La La Land (Damien Chazelle, 2016) oscuro; comparación acertada: ambas cuentan la historia de dos aspirantes, pero donde una celebra el sueño, la otra lo destruye. La relación de Rita/Camila (Laura Harring) y Betty/Diane (Naomi Watts). Es un sueño hipnótico, y confuso; una historia de personajes fragmentados. Al principio, nos muestran una historia de amor “reparadora”, llena de esperanza, protagonizada por unos personajes que no se conocen de nada. En medio esta el limbo, El Club Silencio, que destruye este paraíso creado por Rita y Betty. Para descubrirnos la otra cara y el otro fragmento de estas dos mujeres, la realidad oscura llena de celos y de sueños frustrados e imposibles que llevan a Diane a intentar asesinar a Camila. Por lo que nos hace entender Lynch, la primera parte de estos personajes nace del remordimiento de Diane. Rita y Betty son espejos y sueños de Camila y Diane.

Por último, algo que también me encanta de esta película, es la representación de los Ángeles, que se puede relacionar con lo que antes he comentado del La La Land oscuro y que es muy característico de las representaciones de los Ángeles de los noventa/dosmil. Un L.A. perturbador, muy sintético, con un ligero calor en el ambiente que hace que parezca un lugar hostil, desconocido y carente de vida. Lynch tiene una capacidad increíble de crear un mundo inquietantemente bonito.

Creo que nunca voy a terminar de entender del todo a David Lynch, y eso me parece bien. Sí que admiro el gran nivel de control, de conocimiento del cine y del género cinematográfico, y su gran capacidad visual para construir universos propios. Lynch seguirá siendo una referencia en el cine y para aquellos cineastas que hacen cine fuera de los márgenes.

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