De la abstracción surrealista y perturbadora de su ópera prima, David Lynch pasó a contarnos una historia profundamente humana sobre la dignidad, la crueldad y la belleza interior… pero con su inconfundible sello personal. Hoy hablamos de El hombre elefante.

El hombre elefante o la belleza de lo monstruoso

El hombre elefante es, sin duda, una de las películas más accesibles de Lynch. Basada en la historia real de Joseph Merrick (llamado John en la película e interpretado por John Hurt), un hombre severamente deformado en la Inglaterra victoriana, consigue algo extraordinario: nos hace mirar directamente a lo que la sociedad considera «monstruoso» hasta que vemos algo completamente diferente.

La fotografía en blanco y negro es sencillamente magistral. Las sombras expresionistas, los contrastes brutales y la niebla londinense crean un ambiente gótico que potencia la sensación de estar viendo algo fuera del tiempo, un cuento de terror victoriano que acaba siendo más humano que muchos dramas contemporáneos. La decisión de usar blanco y negro no es casual ni pretenciosa – aquí funciona perfectamente para transportarnos a ese Londres industrial y opresivo.

Anthony Hopkins y John Hurt son dos bestias interpretativas que se complementan de maravilla. Hurt, bajo kilos de maquillaje protésico, consigue algo casi milagroso: transmitir una humanidad desgarradora a través de una única parte visible de su rostro. Su «Yo no soy un animal, soy un ser humano» se ha convertido en una de esas líneas de diálogo que se te clavan para siempre.

Lynch antes de ser «muy Lynch»

Lo que más me sorprende de este filme es que, siendo claramente obra de David Lynch, no cae en los excesos surreales que acabarían definiendo gran parte de su filmografía posterior. Sí, hay elementos oníricos, resonancias industriales y ciertos momentos inquietantes, pero todo está supeditado a una narrativa clásica y accesible.

Aquí no encontraremos enanos hablando al revés, mujeres cantando en cajas azules o conejos antropomórficos planchando ropa. Es Lynch mostrando que puede jugar el juego de Hollywood mientras sigue siendo fiel a su visión artística. Un equilibrio que, para muchos fans del director, es perfecto. Se entiende perfectamente por qué El hombre elefante es considerada una de sus obras maestras.

La rareza más accesible

La película es un recordatorio de que, antes de convertirse en sinónimo de «raro por ser raro» para muchos, Lynch era capaz de equilibrar perfectamente lo perturbador con lo emotivo. Es una obra que recomendaría como punto de entrada ideal a su cine, incluso para quienes, como yo, mantenemos una relación de amor-pero-no-acabamos-de-entendernos con el resto de su filmografía.

El hombre elefante es un clásico del cine por méritos propios, y no solo como «esa película extrañamente convencional de David Lynch«. Es una obra que te remueve, te incomoda y te emociona a partes iguales, y demuestra que el director de Twin Peaks podía hacerte llorar tan fácilmente como podía desconcertarte. Y eso, viniendo de alguien que no siempre conecta con su cine, es decir mucho.

En resumen: si Lynch siempre te ha parecido demasiado impenetrable pero te intriga su mundo, El hombre elefante es el puente perfecto. Y si ya eres fan de su obra más experimental, te sorprenderá descubrir cuánto de su esencia ya estaba aquí, oculta entre los pliegues de una narrativa aparentemente tradicional.

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