Hey, ¿qué tal todo? Cuanto tiempo. Oye, una pregunta rápida antes de empezar, así en confianza.

¿Son arte los test de Rorschach?

test de rorschach

Quiero decir, claramente lo son, ¿no? Tienen una estética, trazo, textura. No solemos pensar en ellos como tal, pero si los cuadros de Pollock son arte, estos test también deberían serlo. ¿Cómo los describirías estéticamente? ¿Qué crees que quería transmitir el autor? ¿Qué emociones te ha hecho sentir?

Bueno, no sé yo si Rorscharch quería representar a tus padres discutiendo, pero si es lo que ves tampoco te lo voy a negar.

Escribir sobre el cine de David Lynch es parecido a criticar un test de Rorschach. Tras su muerte a principios de año, internet se llenó de textos y vídeos alabando al director. Sin embargo, pocos de estos ensayos hablaban de sus obras como tal, centrándose en su lugar en el proceso creativo del propio director, en sus tres horas diarias de meditación, en lo amable que era con los actores, en cómo se negaba a hablar sobre sus películas porque “las películas son la conversación”. He leído mil veces que Mullholland Drive (2001) es una obra maestra, pero ni una frase sobre lo que quiere contar la película.

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Y ahora que me toca a mí hablar de Cabeza borradora (1977), lo entiendo. Porque efectivamente, toda película de Lynch es una conversación entre la obra y la audiencia. Y de la misma manera que no puedes describir un test de Rorschach sin describir el divorcio de tus padres, no puedes escribir sobre Cabeza borradora sin hablar de ti mismo.

Y sí, se puede argumentar que esta cualidad no es única de la obra de Lynch. Todas las películas son una conversación de obra con espectador en las que la audiencia es tan importante como la película. La narrativa se forma en tu cerebro, lo de la pantalla son imágenes y sonidos. Hay un motivo por el que todo lo que veo tiene un mensaje antifascista maricón y el motivo soy yo, el antifascista maricón.

Aún así, el cine de Lynch es innegablemente especial. Los seres humanos tenemos un lenguaje verbal y literal, pero el cine habla en símbolos, en imágenes, en rimas y en ritmos. Tanto crear como disfrutar una película son, en esencia, trabajos de traducción: El autor tiene algo que quiere contar, lo traduce al lenguaje del medio y la audiencia, viendo la obra, lo retraduce en el “mensaje” que saca de la película. Pero David Lynch no es un traductor.

Crea directamente en el lenguaje simbólico del cine y por ello sus obras se niegan a ser reducidas a mensajes o “texto”. Él mismo hablaba de no saber seguro lo que estaban contando sus películas, negándose a racionalizarlas en un mensaje claro y mucho menos a anteponer su visión de ellas a la visión que pudiese tener la audiencia.

Parte del encanto del director venía de esa negativa a darse importancia como autor, pese a ser una de las voces más únicas en el medio. Hollywood no es conocido por la humildad de sus directores, pero ahí estaba Lynch, insistiendo una y otra vez en que tu perspectiva era tan importante como la suya al hablar de su arte.

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No puedes traducir una película de Lynch, pero puedes entenderla a un nivel emocional y visceral. Entendí Cabeza borradora. Me senté con la película, cerré la puta boca y tuve una conversación con ella. Sé sobre qué, sé que fibras me tocó y sé que miedos ensalzó. Pero no sé que dijimos ninguno de los dos. Escribir lo que he sentido con esta película o los “mensajes” que he encontrado en ella me resulta violento, como si fuese a revelar un secreto en el intento de procesar una obra de arte.

Creo genuinamente que Cabeza borradora es una obra universal. Pero no en el sentido de la palabra que se suele utilizar en el cine, como una película accesible y disfrutable por cualquier persona (Furia en la carretera de nuevo). No, Cabeza borradora es universal como la primera vez que viste llorar a tus padres es universal. Como esa noche terrible y maravillosa con un amigo en un mal momento lo es. Como el mejor momento con tu peor expareja.

Cabeza borradora es universal porque es única para cada persona. Todo el cine de Lynch es, como siempre dijo el director, una conversación. Una incómoda, intensa, memorable. Una que merece la pena tener.

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