¿Os acordáis de Marvel? Hubo un momento en que toda la industria cinematográfica dependía de las películas de superhéroes que se entrelazaban y conectaban para el deleite de los fans y los vendedores de cubos de palomitas. Hace apenas 7 años, los hermanos Russo (ahora rebajados a hacer películas tan caras como malas para plataformas) unieron a un número récord de superguerreros para combatir a Thanos (Josh Brolin) en Vengadores: Infinity War y, un año después, Tony Stark (Robert Downey Jr.) acabó con el universo Marvel con un simple chasquido en Vengadores: Endgame. Se cerraba una etapa, y nuevos héroes debían ocupar el lugar que, hasta entonces, había estado reservado para Thor (Chris Hermsworth), el Capitán América (Chris Evans) o la Viuda Negra (Scarlett Johansson). El problema fue que las expectativas no eran las mismas en 2019 que en 2008 y los fans querían épica y la querían ya.
Lo que ha pasado desde que se estrenó la, hasta el momento, última película de los Vengadores es una retahíla de desastres (pandemia mundial incluida) en forma de películas y series mediocres, olvidables y desorientadas. Hay algunas excepciones que mantienen un nivel competente dentro del cine mainstream palomitero que siempre fue Marvel; hablo de films como Guardianes de la galaxia vol. 3 (James Gunn, 2023) o Doctor Strange en el multiverso de la locura (Sam Raimi, 2022). El problema es que el público parece cansado de tanto efecto digital y tanto superhéroe nuevo y solo parece responder a nivel comercial cuando el señor Feige lanza un derroche de fan-service y nostalgia fácil (iba a decir barata, pero los cameos parecen caros) como en Spider-Man: No Way Home (Jon Watts, 2021) o en Deadpool y Lobezno (Shawn Levy), ambas muy inferiores a nivel narrativo y visual que sus predecesoras.

En pleno 2025, parece que las expectativas respecto a Marvel han vuelto a bajar. No hay el panorama de desconocimiento que había cuando Jon Favreau estrenó Iron Man (2008), pero el poco entusiasmo que despiertan los nuevos héroes es un buen punto de partida para volver a contentar a los fans. Thunderbolts* (Jake Schreier) parecía un formato ya gastado: el grupo de super-anti-héroes macarras que se juntan por egoísmo y descubren una nueva familia y un propósito en hacer el bien. Después de tres entregas de los guardianes de la galaxia por parte de Marvel, y dos del Escuadrón Suicida por parte de DC (James Gunn dominando el género), parecía que la nueva película de Marvel iba a ser un relleno que sirviera de aperitivo para Los 4 fantásticos: primeros pasos (Matt Shakman).
Y quizá ese es su mayo acierto. Thunderbolts* es una película con pocas pretensiones, que usa a su favor el poco interés general y los medios algo más limitados. En un grupo que ni siquiera tiene el carisma de Gamora (Zoe Saldaña), Rocket (Bradley Cooper) o Groot (Vin Diesel), el film pone en el centro a Yelena Belova (Florence Pugh), la única capaz de aguantar el peso de una película. Lo que une a este grupo no es ser unos malnacidos, cazarrecompensas, malhablados; sino que todos vienen de pasados traumáticos y se reconocen los unos en los otros. Es como si en lugar de superfuerza y ultravelocidad, sus superpoderes fueran la depresión, autocompasión y la indulgencia propia. No lo digo como un chiste, me refiero a que los guionistas (Joanna Calo trabajó en Bojack Horseman y se nota) entienden el poder que puede tener la oscuridad de la mente, tanto constructivo como destructivo. Misión: salvar Nueva York a golpe de trauma.

No estoy familiarizado con el trabajo previo del director Jake Schreier, y probablemente sea un buen artesano del blockbuster; siempre obediente a las direcciones de los hombres con traje que tienen mejor plaza de aparcamiento. En cualquier caso, la cinta consigue tomar decisiones coherentes de puesta en escena, a pesar de no buscar una estética especialmente personal o interesante. Parece mentira que tenga que escribir un párrafo para alabar un montaje y un diseño de efectos visuales competente en una franquicia multimillonaria, pero los últimos proyectos de Marvel han puesto el listón técnico-estético muy bajo; si no me creéis, echad un vistazo a The Marvels (Nia DaCosta, 2023). La decisión visual y sonora que se toma para poner en escena la amenaza que se desata en el tercer acto me hizo incorporarme en mi butaca. Mis respetos.
Es probable que esté habiendo algo de sobrerreacción respecto a la calidad de Thunderbolts*. Insisto en que la clave está en las expectativas, pues nos hemos dejado acostumbrar a un nivel paupérrimo. ¿Hay chistes que funcionan? Sí, pero sigue habiendo muchos que se ven forzados y el alivio cómico – encarnado por David Harbour – está al borde de resultar cansino con 20 minutos más de metraje. Por suerte, no los hay. El film parece ser consciente de sus posibilidades y su más que probable falta de ambición resulta extrañamente refrescante. No nos emocionemos por una película que se conforma con aprobar sin esfuerzo, sin plantearse qué debería hacer para sacar un notable. Thunderbolts* sirve a Marvel para elevar su suelo, pues hace años que se percibe mucha desgana por las películas que no buscan ser estandarte; ahora solo falta saber si Kevin Feige será capaz de recuperar el techo que supuso la duología de Thanos. Tendremos que esperar a Los 4 fantásticos: Primeros pasos y a Vengadores: Doomsday para salir de dudas.