El pionono es un pastel de tamaño pequeño elaborado tradicionalmente en Granada. Se compone de dos partes, una fina lámina de bizcocho enrollado, formando un cilindro humedecido en un jarabe realizado con agua y azúcar en partes iguales, que le da una textura agradable y fresca, rellenado y coronado con crema tostada con un soplete. Su forma con crema y una coronilla tostada pretende representar la silueta de la cabeza del Papa Pío Noveno, o Nono en italiano, el último pontífice en detentar la soberanía de Roma.
Según la versión más difundida su creación se atribuye al pastelero Ceferino Isla González, muy devoto de la Inmaculada, en algún momento posterior al año 1897. No obstante, la primera referencia de este dulce aparece el 18 de marzo de 1858 en la prensa madrileña. Y es que al final una de las facetas de la vida es luchar por lo que es tuyo, ya sea para reconocer la autoría de una cosa o, como es el caso de la película que comentaremos, convertirse en la principal figura de la iglesia católica.

Hey, que pasa chavales. ¿Todo bien, todo correcto? Y yo que me alegro. Soy consciente de que es una introducción un poco charca y que solo entenderás si consumes cierto contenido de Youtube o si te llamas Gemita. Os debo de nuevo una disculpa, churris. Me largué, volví y os prometí muchas cosas y luego me volví a largar. Soy vuestro Puigdemont, pero sin ser lesbiana, básicamente. Pero bueno, yo sí que he vuelto, joder. Esta vez pasamos de castigos – que aún os debo una crítica de la tercera temporada de Soy Georgina – y no estamos para hostias, que nos encontramos en plena temporada de premios.
Y es que estamos aún de resaca de Globos de Oro. Una edición agridulce en los que la nota agria la pone la victoria de cierta película de nombre de cantante argentina y apellido de ratoncito ladrón. Entre las premiadas, en este caso a mejor guion, se encuentra la nueva película del talentoso Edward Berger. El director, tras dirigir varios capítulos de series como Your Honor o The Terror, lo petó hace un par de temporadas de premios con la excelente Sin novedad en el frente (2022). Su angustiosa visión de la Primera Guerra Mundial a través de un soldado alemán le valió 4 Oscars, mejor película extranjera incluido.

Una vez metido en el radar hollywoodiense, era de esperar que su siguiente largometraje tendría un nivel más elevado, y así ha sido. No es fácil convencer a actores como Ralph Fiennes, Stanley Tucci o John Lithgow para meterse en una película sobre la designación del nuevo Papa. Para poneros en situación, tras la inesperada muerte del Sumo Pontífice, el cardenal Lawrence (Ralph Fiennes) es designado como responsable para liderar uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo: la elección de un nuevo Papa. Cuando los líderes más poderosos de la Iglesia Católica se reúnen en los salones del Vaticano, Lawrence se ve atrapado dentro de una compleja conspiración a la vez que descubre un secreto que podría sacudir los cimientos de la Iglesia.
Por resumir un poco, se trata de la típica película que huele a Oscars (o a cualquier otro premio) por todos lados, pero que ya veréis que al final no se acaba llevando nada; lo que se conoce como síndrome Amy Adams. Se trata de una película manufacturada a la perfección: una dirección pulida, un guion muy cuidado, una fotografía íntima pero potente y una banda sonora que genera una atmósfera que no se había visto en una película de esta temática. Se podría decir que es como si Succession y The Young Pope tuviesen un hijo bastardo, nunca mejor dicho.

Pero si alguien se debe llevar todos los elogios es Ralph Fiennes. A este hombre, lo que le echen. Lo conocimos y nos hizo odiarlo con todas nuestras fuerzas encarnando al general Amon Goeth en la obra maestra de Spielberg La lista de Schindler (1993); aunque lo pudimos amar con su papel de Monsieur Gustave en El gran hotel Budapest (2014). Es que es el putísimo Lord Voldemort, ¿cómo vas a competir con eso? Pues en Cónclave se sale. Se convierte en el falso narrador de la película y te lleva por donde él quiere y te enseña hasta donde él quiere enseñarte. Un personaje que te hace simpatizar con él y, hasta en algunos momentos, dudar de él. Pues el ser humano tiene la tendencia racional en buscar a veces el mal en medio de la bondad. El resto del cast también da la nota, con un Stanley Tucci entregado a la causa y una Isabella Rossellini que tiene pocas intervenciones, pero que en todas ellas deja su sello.
Pese a todas las bondades del film, no podemos pasar por alto su controvertido final, con sus defensores y sus detractores. Yo soy, en parte, del segundo grupo. Sin hacer spoilers, hay que decir que en la última media hora de película hay un par de giros de guion un poco exagerados, según mi punto de vista, ya no por su naturaleza sino por romper con la tensión y la atmósfera generada en el resto de la película. No estoy al 100% en contra de ello, pero para mi gusto es como pasar de una película íntima a una película más radical en fondo y forma. Es como querer demostrar con hechos muchos de los muy buenos mensajes que se transmiten a lo largo del film. A pesar de ello, hay que decir que no desmerece el conjunto global en la que se trata, sin lugar a dudas, de una de las mejores películas del año.