Los festivales son la oportunidad perfecta para ver películas que, de otra forma, no veríamos. Ya sea porque se proyectan cintas que nunca van a tener distribución en nuestro país, o porque el contexto festivalero es un lacito que hace más atrayentes obras que pasaríamos por alto en el océano de contenido conocido como plataformas de streaming. El pasado sábado, pudimos disfrutar de la presentación en España de la cinta neozelandesa Bookworm, de Ant Timpson (con presencia del director).

Bookworm está protagonizada por Eliah Wood, como ya lo estuviera la anterior película de Timpson, Ven con papá (2019). El director comentó antes de la proyección que Elijah es un actor en el que siente que puede plasmar perfectamente sus inseguridades y su neurosis. Quien interpretara a Frodo Bolsón vuelve a los bosques de Nueva Zelanda para interpretar a Strawn, un padre ausente que tendrá que pausar su carrera como mago en Las Vegas para cuidar de su hija (a la que no conoce) en Nueva Zelanda, cuando su madre enferma. ¿La estrategia para ganarse el afecto de la pequeña? Llevársela de acampada para tratar de sacar una foto de una criatura mitológica.

Bookworm Elijah Wood 2

La cinta trata en el fondo de la paternidad. El propio cineasta confesó que la idea nace de una experiencia propia y pretende mostrar la angustia que supone para un padre sentir que no es capaz de proteger a sus hijos. La relación central es el alma de la película, pues la dinámica entre una niña que ha tenido que madurar demasiado pronto y un adulto que se niega a hacerlo, resulta interesante e ideal tanto para la comedia como para el drama.

Y es que en el guion está toda la fuerza del film, que busca parecerse a las películas de aventuras de los años ochenta y noventa y, en palabras de Timpson, no busca un mensaje más allá de plasmar su experiencia como padre. La película consigue ser disfrutable para un público familiar pero no tiende al paternalismo ni a la sobreprotección del espectador. Es una aventura para niños, en parte, pero hay chistes sobre drogas, sobre sexo y sobre la muerte. Este sentido del humor no complica el visionado para el público más joven, pues nunca es explícito ni pervierte el tono familiar de la obra. De nuevo, el tono es su punto fuerte porque recuerda al de las películas de hace 40 años, sin ser una maquinaria para la nostalgia.

Bookworm Elijah Wood 3

Elijah Wood está pletórico en un papel que lo aleja de la imagen que podemos tener del exhobbit. Como toda la película, es divertido y triste a partes iguales. Su papel es el de uno de los mayores fracasados del mundo que solo quiere hacer las cosas bien por una vez, a pesar de que el universose lo ponga realmente difícil. Todos nos podemos identificar con esta situación, a pesar de que no seamos magos de fiestas de cumpleaños. – Perdón. – Ilusionistas. Su química con la joven Mildred (Nell Fisher) es más que creíble y despierta una ternura que invade todo el visionado. El mérito, por supuesto, también está en la actriz que hace entrañable una niña que en cualquier otro contexto sería de una repelencia inaguantable. No es el caso, pues uno entiende perfectamente por lo que está pasando y uno nunca deja de ver a una niña inocente que vive una vida complicada.

Lo que viene a continuación es una serie de desventuradas locuras que implican panteras, secuestros, setas alucinógenas y magia. Quizá es lo mínimo que necesita un padre inexperto para madurar. En cualquier caso, Bookworm es una película que no pretende ser más que una simpática experiencia de un par de horas. Entiende muy bien donde están sus puntos fuertes y los explota; y es inevitable que uno esboce una sonrisa cuando empiezan a desfilar los títulos de crédito. Habrá que ver si alguna distribuidora la exhibe en nuestro país o si la adquiere alguna plataforma para distribuirla en todas las casas que generosamente paguen la suscripción pertinente. Sea como sea, reivindicamos el tipo de cine que propone nuestro amigo Ant Timpson (le dimos la mano y lo felicitamos por su trabajo; ya computa como colega) y recomendamos Bookworm como una de las joyas ocultas que siempre brinda el festival de Sitges.

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