¿Qué os pasa con las calas? Pregunta el personaje de Macarena García ante la fascinación de la familia burguesa-catalana con el estilo de vida de la familia burguesa-catalana. Y es que Dani de la Orden lo tiene claro: en Casa en llamas (Casa en flames, 2024) los ojos de la hermana de uno de los Javis es la de todos los espectadores. El cineasta catalán construye una sátira a las clases más pudientes de la sociedad catalana a base de interpretaciones magistrales y planos preciosistas de la costa brava y sus distracciones para las vacaciones de aquellos que tienen una segunda residencia.
La película es una comedia dramática y un drama cómico a partes iguales. La trama es sencilla: una familia va a pasar el fin de semana a su casa de Cadaqués antes de venderla. ¿Qué podría salir mal? Todo debería ser idílico si todos los miembros de la familia no tuvieran secretos que ocultar: infidelidades, corrupción, rencores. Todos tienen cadáveres en el armario – algunos literalmente -. Los personajes son bastante arquetípicos, pero sus personalidades reman a favor de la trama y de la comedia. Todos resultan insoportables, pero una parte del espectador puede conectar con ellos; y es que en Casa en flames, si algo abunda es corazón.
Podría dedicarme a alabar la dirección de Dani de la Orden, la fotografía o la más que solvente banda sonora (con Manel como banda sonora de los pijos «catalanets»); pero si este filme funciona por algo es por sus interpretaciones. Lo que hace Emma Vilarasau está al alcance de muy pocos interpretes en este país: es divertida, trágica, patética… su personaje me recuerda (quitándole bastante carga dramática) a la Meryl Streep de Agosto (John Wells, 2013) esa madre coraje que se desvive por su familia sin esperar nada a cambio… hasta que empieza a esperar algo a cambio. Vilarasau transmite una humanidad pasmosa en el egoísmo que transmite y se come interpretativamente al resto del reparto.
Y no es que los demás estén mal. Ni mucho menos. Enric Auquer lo borda como alivio cómico: un niño mayor al que no le duran las novias porque a) es muy intensito y b) su madre es incapaz de no entrometerse. Macarena García es el único personaje ajeno a las dinámicas familiares y encarna a todo espectador que no tiene un barco y un chalet en la costa. Una chica que, como la mayoría de la audiencia, entra en Casa en flames pensando que va a pasar un buen rato y ya está. Clara Segura está maravillosa como siempre, sin embargo, vale la pena destacar a Maria Rodríguez Soto porque encarna el papel menos simpático de la cinta, pero sus conflictos son muy humanos y consigue ser el elemento dramático que mantiene los pies en el suelo a la cinta.
Y es que Casa en flames es, ante todo una sátira, pues si el cine catalán pasa por un buen momento, hay que pasar cuentas a un clasismo que impera en él. Salvo los dramas rurales de Carla Simon, todos los fenómenos del cine catalán – con una mirada humanista y muy femenina – están rodados por aquellos que se pueden permitir la escuela de cine y financiar su opera prima. Desde Libertad (Clara Roquet, 2021) hasta Creatura (Elena Martin Gimeno, 2023) tratan núcleos familiares acomodados y con segundas residencias donde los veranos despiertan los conflictos. Dani de la Orden toma este punto de partida para recordarnos que “La vida de palacio es muy aburrida, tendremos que inventarnos dramas”. Por supuesto que el director no entra en parodiar las tan necesarias temáticas de estos nuevos hitos del cine catalán, pero hay una mirada algo juiciosa sobre las familias de bien, que fardan antes sus vecinos de sus días de playa en las calas de Cadaqués y sus títulos de paracaidismo. Porque infinidad de películas han retratado que la familia perfecta no existe, y que no elegimos con quien nos toca convivir; pero Dani de la Orden no pretende innovar, sino construir una historia refrescante, inteligente y muy bien trabajada técnicamente para arrancar carcajadas y alguna lágrima.