Hace pocos días, el bueno de Quentin Tarantino anunció que cancelaba su proyecto titulado The Movie Critic. Para empezar, esta noticia nos apena a los redactores por razones evidentes: nos flipaba la idea de ver nuestra profesión/afición plasmada en la pantalla por parte del director de Érase una vez… en Hollywood. Más allá de lo buena o mala que fuese la idea que tenía Tarantino para el proyecto, nos fastidia la razón que ha elegido para justificar su cancelación: no es una película suficientemente buena para ser la décima (y, por ende, última) película del director californiano. Os recordamos, por si hay algún despistado que Quentin Tarantino prometió que sólo dirigiría diez películas y, una vez completada su decalogía, se retiraría como un samurái cansado y satisfecho.
Para empezar, vamos a darle caña a la promesa de Tarantino. Por supuesto, el cineasta es libre de dirigir lo que le venga en gana, pues no va a morir de hambre después de todo lo que ha hecho en sus más de treinta años de trayectoria, pero resulta frustrante que rompa unas normas que solo le importan a él. Cómo diría el señor Rubio, vayamos por partes. Contar hasta diez debería ser una tarea sencilla, al alcance del niño menos avispado de la clase de preescolar de tu primo (si no lo identificas, es que es tu primo). Sin embargo, Tarantino complica la cuenta más de lo que lo haría Nolan. Con siete de sus películas no hay ningún problema: Reservoir Dogs (1992), Pulp Fiction (1994), Jackie Brown (1998), Malditos bastardos (2009), Django desencandenado (2012), Los odiosos ocho (2015) y Érase una vez… en Hollywood (2019) son películas por derecho propio y las contamos con los dedos hasta llegar a siete. Luego la cosa se complica. Tarantino mantiene que él cuenta las dos entregas de Kill Bill como una única película, y por lo tanto el total se nos va a ocho. Sin duda, Kill Bill son dos películas, pero al amigo Quentin se le hace bola gastar un 20% de su filmografía en Uma Thurman modo vengadora. Vamos por ocho pues. Después, tenemos el caso Death Proof (2007). Es cierto que es una película, pero forma parte de la sesión Grindhouse junto a Planet Terror (2007) de su amigo Robert Rodríguez. Parece correcto considerarla una película, a pesar de formar parte de un proyecto mayor, pero entonces, ¿qué hacemos con Four Rooms? Una película coral de la que dirigió un fragmento. Para Quentin no cuenta. ¿Y Sin City? En la que colaboró de nuevo con Rodíguez… tampoco. Tarantino cuenta lo que le apetece y lo que no… pues no. Resulta maravilloso, pero entonces no tiene mucho peso como argumento para cancelar su proyecto.
El otro problema de esta cancelación es que si The Movie Critic no es suficiente para Tarantino ¿qué lo es? Qué idea puede ser tan buena para convertirse en la “magnum opus” de un autor que solo parece hacer “magnum opus”. Todas las películas de Tarantino parecen tener argumentos para erigirse como la película tarantiniana definitiva, ¿cómo puede un nuevo proyecto alzarse sobre el resto antes incluso de estar rodada? Mi intuición es que Tarantino está cansado, y no tiene la energía que le caracterizaba a principios de los años noventa. Es conocida la anécdota de que Tarantino trabajó en un videoclub, del que sacaba todo el cine que podía. Se enamoró de Godard y de Melville, pero también de Kurosawa y de toda la serie B y la Blaxploitation que os podáis imaginar. El cine de Tarantino siempre ha sido cine sobre el cine. Reservoir Dogs parece hecha por cuatro amiguetes con la única fuerza del impulso inagotable de hacer cine, de producir lo que sea por el simple hecho de hacerlo. Reservoir Dogs es una película inevitable que le supuraba a Tarantino por cada célula de su piel. Quentin debería necesitar hacer películas, su personalidad lo deberían equiparar a un Scorsese de ochaentaytantos tacos rodando películas de tres horas. Sin embrago, busca excusas para no seguir, porque ha dejado de necesitar hacer películas. A Tarantino se le acabó el cine de tanto usarlo.
La solución, bajo el punto de vista de un humilde redactor, debería ser devolver a Tarantino a su esencia. Dejar de homenajear el cine de serie B y sumergirse en él. La industria ha explotado el personaje hasta un punto en que, aún dándole toda la libertad creativa y económica del mundo, él se ve ahogado por las posibilidades. El cine es más divertido de hacer con dificultades y obstáculos que esquivar. En lugar de proponerse un reto como hacer la mejor película para acabar, debería ponerse el reto de producir una película con 15 millones de dólares. Si sale de esa situación sin ganas de hacer más películas, aceptaré su retirada sin ningún problema. Pero no me lo creo. El problema es que no me creo que a Tarantino se le haya agotado el cine, simplemente no se siente cómodo siendo la figura que es. Yo si fuera Quentin, me buscaría un seudónimo y firmaría un contrato de tres películas con A24, Monkeypaw o cualquier productora mediana que esté dispuesta a producirle las películas a costa de no revelar su identidad. Porque, al final, Tarantino sigue necesitando al cine más de lo que el cine necesita a Tarantino.