Antes de que leáis este texto, quiero dejar constancia de que la música de Harry Styles me gusta. No soy superfan, pero el tío sabe hacer música pop, y es una cosa que se agradece. Sonará al típico: No soy racista, pero…, pero yo escuchaba One Direction en su época. Y no, no me causa rubor decirlo, esas melodías resuenan tanto en mi Spotify, como en mi cabeza, como en las noches tontas de borrachera en el Karaoke Weekend de la calle Diputació. PERO, en el ámbito de los documentales sobre celebridades, hay aquellos que elevan y cautivan, arrojando luz sobre las enigmáticas personalidades detrás de la fachada deslumbrante. Y luego está Harry Styles: el último fenómeno—un intento mediocre de desentrañar las capas de la personalidad del ídolo británico, solo para revelar un núcleo decepcionantemente superficial. Este documental camina con cautela alrededor de su sujeto, sin atreverse nunca a profundizar lo suficiente para descubrir algo verdaderamente perspicaz o atractivo. Más o menos de lo que me quejaba con Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, Dexter Fletcher; 2018).

La película abre con una ráfaga de imágenes brillantes de Styles actuando en el escenario ante admiradores adoradores, un montaje interrumpido por primeros planos embobados y una iluminación dramática que grita “adoración de celebridades 101”. A medida que comienza la obligatoria voz en off, se nos presenta una serie de sujetos, los cuales ofrecen frases genéricas sobre el encanto de Styles, su talento y su inefable “calidad de estrella”, como si fuera el Detrás de las risas de Los Simpsons. Todo se siente como un guion bien ensayado, meticulosamente elaborado para mantener la imagen cuidadosamente curada del ídolo inglés.

Harry Styles

Uno no puede evitar preguntarse si el título del documental, El último fenómeno es una broma irónica, tentando a los espectadores con la promesa de una mirada entre bastidores, cuando, realmente, nunca llega a mostrar nada que no hayamos visto en su Instagram o en el Twitter del 3/24. La narrativa deambula sin rumbo por territorio familiar—el ascenso a la fama de Styles con One Direction, su incursión en una carrera en solitario y el ocasional fragmento de trivia personal que se siente más como relleno que como sustancia. Hay una falta de profundidad triste en la exploración de la evolución de Styles como artista, dejándonos con ideas superficiales sobre su proceso creativo e inspiración.

El tono del documental oscila entre la reverencia aduladora y un intento forzado de aspereza, acercándose incómodamente a la parodia en ocasiones. Escenas de Styles meditando pensativamente o rasgueando su guitarra en un estudio poco iluminado se intercalan con mordaces citas que apuntan a ser megaprofundas, pero que aterrizan haciendo un estruendo resonante. Uno no puede evitar sentir un sentido de desapego de la imagen meticulosamente curada de Styles presentada en pantalla—una figura distante cuyos pensamientos más íntimos permanecen frustrantemente fuera de alcance. Todo lo contrario de lo que muestra el tito Harry en sus entrevistas y en los vídeos que circulan por TikTok.

En términos de valor de producción, “Harry Styles: ¿Tienes curiosidad?”, presume del brillo pulido de un asunto de alto presupuesto, con una cinematografía pulida y una banda sonora diseñada para tirar de las cuerdas del corazón (no era difícil si recurres a su música). Sin embargo, estos toques técnicos hacen poco para cubrir la flagrante falta de sustancia del documental. La edición se siente desarticulada y entrecortada, saltando de manera precipitada entre líneas de tiempo sin profundizar nunca bajo la superficie. Es como si los cineastas estuvieran contentos con rozar la superficie de la historia del actor de Dunkerque (christopher Nolan, 2017), sin atreverse a perturbar la ilusión cuidadosamente cultivada de misticismo que rodea al fenómeno del pop.

Ya para acabar, este documental es una oportunidad perdida que no logra ofrecer nada sustancial a los fanáticos o espectadores casuales por igual. A medida que los créditos se despliegan y el telón cae sobre esta exploración sin brillo del mundo de Harry Styles, uno no puede evitar sentir un sentido de profunda decepción—una decepción nacida no de la expectativa, sino del deseo de ver a un artista verdaderamente talentoso con la profundidad y la sutileza que se merece. Entonces, como diría su título en V.O., ¿tienes curiosidad? Si la respuesta es sí, prepárate para acabar decepcionado.

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