Sí, nos hemos enterado. La primera versión de Michael Mouse (recordemos que los diminutivos se reservan para los amigos), Steamboat Willie, ha llegado al dominio público debido al 100 aniversario de su estreno. Poco ha tardado Twitter (o X, o lo que sea) en generar contenido que, apenas unas horas antes, hubiera sido tumbado por la mano alargada del zombie de Walt Disney. El contenido es soez e irónico: el ratón en el dilema del tranvía, montajes con la voz de Hugo Chávez maldiciendo a Israel (ya sé que es un corto mudo, pero es descojonante, buscadlo), cascándose una lata de Four Loko sin inmutarse o, a lo que nos acontece a nosotros, un humilde blog del audiovisual, las películas que se han anunciado sobre la mascota de la malvada empresa.
Hasta este día, 2 de enero, se han confirmado ya DOS películas de terror sobre el ratón: Steamboat Willie (viva la originalidad) y Mickey’s Mousetrap. Y un videojuego: Infestation 88. Ya es tradición que cuando un personaje o una obra de este calibre entra en el dominio público, surgen infinidad de parodias en formato audiovisual. No olvidemos la película Winnie the Pooh: Miel y sangre (Rhys Franke-Waterfield, 2023), que se anunció hace un par de años y que resultó ser una película de terror regulera, para ser benevolentes.
La oleada de blockbusters wannabe que se viene ahora incorporando al ratón Mickey del paleolítico es bastante cansina. Tendría su gracia si fuera una novedad, pero después del alubión de parodias que recibimos año sí, año también, con el contenido recién salido del horno del copyright, la gente empieza a cansarse. Y son películas que casi ni se ven, ya que no llegan a nuestras taquillas y, si llegan, son en horarios intempestivos y en semanas con estrenos que son más fáciles de priorizar. El contenido de este calibre que entra al dominio público debería utilizarse más para hacer obras como Chip y Chop: Los Guardianes Rescatadores (Akiva Schaffer, 2022), películas con alma y con ganas de contar cosas y pasárselo bien y no para intentar imprimir billetes con material creado por gente que ya acumula polvo.
Una forma que hay para saber si algo debe convertirse en película o quedarse en un meme es someterlo al riguroso y científico ‘Test del Sofá’. Si, después de arrojarlo sobre tu sofá con entusiasmo y esperar pacientemente a que hable, no te cuenta una historia digna de dos horas (o hora y media, no nos pongamos exquisitos) en la pantalla grande, entonces quizás sea mejor que permanezca como un modesto meme. Después de todo, no todos los memes pueden aspirar a la grandeza cinematográfica. Algunos nacen para ser simplemente gifs cómicos en nuestras vidas digitales, y está bien. No todos pueden ser el próximo El Padrino, algunos solo están destinados a ser el ‘Despacito’ de la cultura de internet. Quizás el ratón de Walt Disney debería quedarse en montajes como este pilotando un avión hacia el World Trade Center en cambio de verlo en la enésima revisión de guion de Winnie the Pooh: Miel y sangre cambiándole el nombre. Miedo da los las pelis meme que podremos ver en pantalla grande. Es que ahora le dan una cámara a cualquiera…