Este artículo está patrocinado por Cupra.

¡Qué pasa, familia! Aquí volvemos a estar. Esta vez sin receta, como podéis ver. Y es que hoy se viene catering. Como la mayoría ya sabréis, acaba de terminar la más reciente edición del Festival de Sitges. Siguiendo la estela de las crónicas de mi sensei Gerard, voy a aprovechar para hacer uno de esos artículos que tanto echabais de menos y que acabo leyendo solo yo. Voy a destapar el tarro de las esencias del festival y a escudriñar todo aquello imprescindible para disfrutar de la experiencia. Aunque, para experiencia, el nuevo Cupra Formentor: el SUV crossover híbrido que rompe con lo establecido. Y desde 29.990 €.

En resumen, he decidido hacer un decálogo de todo aquello imprescindible del festival: una especie de guía para principiantes.

Pues eso, al turrón.

 

1 – Las fechas

Empezamos por lo básico: el calendario. Y es que todos tenemos la agenda apretada, lo sé. Las clases de yoga, el gender reveal del hijo de tu primo, el campeonato nacional de smash burgers en la Fira…

A no ser que te llames Charca Chárquez, seguro que encontrarás un hueco entre el primer y el segundo fin de semana de octubre, las fechas en las que suele celebrarse el festival (con algunas excepciones, como este mismo año). Determinar los huecos de tu agenda te servirá para definir los siguientes pasos: la compañía y las películas.

 

2 – La compañía

Quizá lo más importante de todo. Y es que realmente la experiencia puede cambiar dependiendo de cómo la afrontes. Al final, todo es compatible en el festival: ir solo, con colegas, en una cita o con tu pareja, con tus compañeros de blog, con tu amistad profunda…

Cualquier opción sirve. No hay nada mejor que salir solo del Auditori del Melià viendo el atardecer y reflexionando sobre lo que acabas de ver. Y tampoco hay nada mejor que salir con tus amigos de la sala sabiendo que te vas a meter hasta el culo de sangría antes de la próxima peli.

Está claro que cualquier experiencia es válida, pero seguramente unas películas sirven más que otras para cada tipo de plan, y es justo lo que vamos a ver a continuación.

 

 

3 – Las películas

Y llegamos al placer absoluto: ver una película en una sala. Más placer que el que siente una pareja de 16 años yendo a comer a la Tagliatella del Splau por San Valentín.

En el Festival encontramos una gran variedad de películas, la mayoría aún por estrenar en salas y plataformas, pero todas se enmarcan en un género: el fantástico. El otro día me entrevistaron unos estudiantes de la Facultad de Comunicación de la UB que me preguntaron con qué palabra definiría el Festival. Y utilicé esa: fantástico. Es el todo del certamen. Me tiré un poco el rollo, lo admito, aunque también podría entrar en la dudosa calidad de la entrevista… pero ya me estaría yendo por las ramas.

Dentro de las películas, se destacan las siguientes secciones:

  • Inauguración y cierre: Dos películas escogidas para el arranque y el cierre del festival respectivamente. Suelen ser filmes de gran repercusión en el género, y sus creadores y protagonistas suelen pasarse por el festi. Este año han sido Alpha, con Julia Ducournau al frente, y La larga marcha, de Francis Lawrence.
  • Oficial Fantástico Competición: La categoría tocha, donde se presentan los creadores que quieren ganar el premio gordo. Además, tú, como público, puedes elegir qué película gana el premio de la audiencia. Eso sí, nos han cambiado los papelitos para votar por un QR. Jódeme más, Elon Musk.
  • Òrbita: Quizá mi sección favorita. Son aquellos largos que, por motivos de productora o de requisitos de competición, quedan fuera de la categoría principal. Pero aquí es donde se suelen ver desde las mayores idas de olla hasta las películas mejor filmadas del festival.
  • Sitges Collection: De nueva creación, son aquellos filmes seleccionados por el certamen por su interés en la actualidad cinematográfica.
  • Sitges Clàssics: Otra de las favoritas del público, en la que se recuperan grandes películas del género y se invita a sus mayores exponentes.

El abanico de secciones lo completan propuestas muy interesantes como Panorama, Noves Visions, Brigadoon, Anima’t, Documenta, Midnight X-treme, Seven Chances y Family.

Más allá de toda la chapa teórica, lo que más recomiendo es escudriñar la web del festi e ir leyendo argumentos hasta encontrar aquel que más os llame. Creédme: en Sitges he vivido mis mejores experiencias cinematográficas. La sesión de las 8:30 de un domingo de 2018 de Under the Silver Lake (David Robert Mitchell) fue mi evento canónico. O descubrir Clímax (Gaspar Noé, 2018) por primera vez, petándome un jueves una clase de Mecánica de Fluidos, fue catártico. Y qué decir de Guns Akimbo (Jason Lei Howden, 2019), con el gran Daniel Radcliffe despertándose con dos pistolas atornilladas a sus manos.

Cine (inserte meme de Mads Mikkelsen fumando).

 

4 – La ida

Aquí llega la gran decisión: ¿cómo coño vamos hasta allí? Tratándose de un pueblo a unos 50 km de Barcelona, el abanico de opciones se reduce generalmente a dos: el tren y el coche.

Ambas opciones tienen sus virtudes y defectos, claro está. Ir en coche te da la flexibilidad de ir y volver cuando quieras, incluso de madrugada. Además, es seguramente la manera más rápida de llegar. Pese a ello, puede ser una opción cara, sobre todo si vais pocas personas o si pagáis los peajes del Garraf.

O podéis tomar las curvas del Garraf con el nuevo Cupra Terramar, el SUV crossover compacto que redefine la grandeza para inaugurar una nueva era, desde 33.400 €.

El hándicap de ir en coche es que reduce considerablemente las posibilidades de quedarse a tomar algo en el pueblo y acabar golosina. En cualquier caso, si vais en coche, el mejor sitio para aparcar es en la urbanización Levantina, justo arriba del Melià. Es gratis y siempre hay sitio. De nada.

Por el contrario, puedes elegir tu propia aventura yendo en Renfe. En teoría, la frecuencia es buena, cada 15 minutos. Incluso hay un tren de madrugada de vuelta bastante prime, hacia la 1:30 h. Pero te la juegas, como siempre. Sin ir más lejos, el pasado viernes estuve esperando una hora el tren para volver debido a dos averías y un atropello. Eso sí, te permite empezar viendo una peli y acabar montando la fiesta de tu vida. Allá tú.

 

 

5 – El ambiente

El Festival de Sitges va mucho más allá de mirar pelis. Es una procesión de Semana Santa para cinéfilos y no tan cinéfilos.

El ambiente por las calles de Sitges siempre es espectacular. Realmente apetece dar un paseo entre pelis y sentarse en cualquier bar. Y como buena procesión, cada año aparece la lluvia en algún momento. Hay muchos lugares a los que ir: las calles peatonales del centro, el paseo marítimo, la playa de Sant Sebastià… En esta última podrás encontrar las habituales paraditas de merchandising cinéfilo y llevarte un par de pósters para tu habitación. Además, si tenéis suerte, os cruzaréis por las calles con muchos de los creadores y estrellas de las películas participantes. Quién sabe, quizá os estáis comiendo un kebab al lado de Benedict Cumberbatch como si fuera una escena postcréditos de Marvel.

Y es que el tema de la comida es importante, como veréis a continuación.

 

6 – La comida

Vamos a hablar de necesidades básicas. Comer es una de ellas. En las largas jornadas de festival es imprescindible avituallarse correctamente.

Al tratarse de un lugar como Sitges, el abanico de opciones es enorme, desde restaurantes de toda la vida hasta las mierdas que monta la gente ahora. Las putas smash burgers ya han llegado allí, joder.

Pero bueno, al final el mejor restaurante siempre será aquel en el que tengas una comida memorable y decidas volver. Hasta que lo cierren, claro. En mi caso, ese era el Amore. Hace casi una década fuimos a hacer un menú de paella con amigos del blog y se convirtió en nuestro lugar de referencia. Más que por su calidad, por su calidez. La sensación de ser el habitual de algún lugar siempre es reconfortante. Bueno, y las sardinas estaban realmente de locos.

Pues lo cerraron, joder, y lo cambiaron por un restaurante japonés. Funeral en Blockbuster Keaton.

 

7 – La bebida

Tan importante es beber como comer. 1,5 litros de agua o líquidos al día, dicen. ¿Qué líquidos? Aquí ya no hace falta concretar.

Seguramente uno de los lugares por excelencia para tomar algo en Sitges es el Parrots, con su interminable lista de cócteles con nombres de famosos. Ya estoy esperando con ganas que dentro de veinte años sirvan un Hug Banqué. Sé que parece que estoy haciendo apología del alcohol, pero bueno, es mi artículo y os calláis la boca.

Si hay una bebida que para mí define el festival, es el café irlandés. Es el postre superior, con sus tres capas bien definidas de whisky, café y nata. Lo tomas y te sientes Cillian Murphy mirando mal al príncipe Harry. Para la gente de este blog, el mejor irlandés se hacía en el Roy, en la calle Parellades, la del centro del pueblo. Pero, al igual que la familia de Succession (Jesse Armstrong), hace unos años nos abandonaron. Lo han convertido en el típico sitio pijo de brunch, con precios inasumibles y donde solo te dejan sentar si, además de beber, también comes algo. Cuánto daño ha hecho Jordi Cruz y MasterChef en general.

No os preocupéis: hemos encontrado alternativas, aunque no son lo mismo. Es un poco como cambiar el 324 por 3CatInfo: quizá el interior es el mismo, pero la esencia se corrompe.

 

 

8 – La experiencia Auditori

Cuando me preguntan qué imagen se me viene a la cabeza al decir “Festival de Sitges”, lo primero que veo es el Auditori abarrotado y aplaudiendo el vídeo de King Kong en las playas del pueblo.

Y es que el Auditori es el corazón del certamen. Donde surge la magia. Donde puedes estar viendo una película al lado de Álex de la Iglesia o Jaume Balagueró. Quin lujassu dijo el filósofo. Si le preguntáis a Sergi, el Auditori es el lugar donde puedes mear junto a tu director favorito. Y es que no todos los días tienes la chorra fuera al lado de Edgar Wright.

Con capacidad para unas 1.000 personas, la sala se convierte en el centro del universo Sitges: donde se celebran las grandes galas, se presentan las grandes películas y se entregan los grandes premios. El patio del recreo de Bayona. El centro de facturación de Dafnis Balduz y Melina Matthews. Incluso este año han puesto luces de discoteca en el techo para las presentaciones. La sociedad se va a la mierda.

 

9 – Los actos paralelos

¿A quién no le ha pasado que estaba paseando por Sitges un sábado por la noche y, de repente, le ha sorprendido una horda de zombis en procesión?

Sí, estoy hablando de la Zombie Walk, uno de los actos paralelos principales del festi, el primer sábado. Realmente es el día para lucir tus mejores peores galas. Y si no vas preparado, no te preocupes, porque decenas de personas se encargan de maquillar a todo aquel que pase por la playa de Sant Sebastià. Realmente, dar una vuelta tranquila se convierte en una penitencia de recibir sustos uno tras otro por las calles del pueblo. Algún día caerá una hostia y todos nos llevaremos las manos a la cabeza.

Otros actos paralelos a destacar serían las charlas que ofrece el Festival con muchos de los invitados. Algunas resultan realmente interesantes y otras se convierten en una autofelación de Ángel Sala, no hay punto medio. Se echa de menos la labor de traductor y entrevistador de Mike Hostench, subdirector de Sitges durante mucho tiempo y padre del enemigo número uno de Richard Gere, Oan Hostench.

En cualquier caso, si te das una vuelta por el pueblo te encontrarás infinidad de cosas relacionadas con el festi: proyecciones, talleres, presentaciones…

 

 

10 – La vuelta

Y llegamos al final, como llevan años (mintiendo) diciendo Stay Homas.

La vuelta suele ser una penitencia, ya sea a las seis de la tarde o a las seis de la mañana. O te toca conducir una hora de vuelta a Barcelona, o esperar a que llegue el tren y te deje luego en Sants. Por no hablar de la sensación de vacío al dejar atrás toda la experiencia.

Pero siempre dicen que los finales son simplemente nuevos comienzos, ¿no? Al final, cuando vas al Festival sientes que formas parte de algo. El festival nos reúne. Nos hace estar un par de horas (o más) amarrados al asiento, evadiéndonos del mundo exterior. Nos hace querer bajarnos una sangría de más para disfrutar de la siguiente peli gore. Nos hace comentar la jugada mientras nos comemos una paella. Nos hace correr desde el Auditori hasta la estación para coger el último tren. En definitiva, es una religión, una forma de vida, lo es todo. ¡Viva Sitges y viva el cine, joder!

Antes de largarme, me siento en la obligación de decir que no, no nos patrocina Cupra. Lo siento si os lo habíais creído: soy muy convincente. Y es que ojalá, la verdad, así tendría coche de empresa para ir cada día a la redacción. Hasta nuestros colores de branding son los mismos que los suyos. Pero bueno, si ya patrocinan 10.000 cosas, aún faltarán otras 10.000 hasta que nos toque a nosotros.

Y, por último, decir que el nombre Blockbuster Keaton suena un poco más vacío desde la pérdida de Diane, con la que compartimos apellido. El mundo del cine no será lo mismo sin una de sus grandes estrellas del pasado siglo. ¡Larga vida a la señora Hall!

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