Nacho Vigalondo ha regresado al cine tras ocho años de ausencia con Daniela Forever (2024), una película que confirma una vez más por qué es uno de los directores más singulares del panorama audiovisual español. Esta coproducción hispano-belga es una inquietante fábula de ciencia ficción que explora el duelo, la obsesión y los límites entre deseo y realidad a través de los sueños lúcidos. Esta película lleva en mi punto de mira desde que se anunció. El no poder conseguir entradas para verla en el Festival de Sitges me destrozó bastante. No tuve tiempo a ir un día al cine cuándo la estrenaron (perdóname, Nacho). Y se fue quedando en mi lista de quiero-verla-pero-no-puedo hasta la semana pasada, que por fin se estrenó en Filmin.

La trama sigue a Nicolas (Henry Golding), un DJ británico afincado en Madrid cuya vida se desmorona tras la repentina muerte de su novia Daniela (Beatrice Grannò). Incapaz de superar la pérdida, accede a formar parte de un ensayo clínico experimental que le permite controlar sus sueños gracias a una enigmática píldora. Así, puede revivir su relación con Daniela cada noche en un universo onírico que él mismo puede moldear, aunque pronto descubrirá que ni siquiera en sus sueños tiene el control absoluto que buscaba.

Lo que más me fascina de esta película es cómo Vigalondo usa el concepto de los sueños lúcidos como una metáfora brutal sobre el control masculino en las relaciones. Como él mismo ha explicado, «los sueños lúcidos son aquellos en los que la persona es consciente de que está soñando y puede tener un cierto control del espacio y del tiempo». Pero lo realmente inteligente es que, incluso en este espacio aparentemente perfecto, Nicolas descubre que no puede moldear a Daniela completamente según sus deseos. La película se convierte así en una demoledora crítica a la toxicidad del amor romántico tradicional.

Visualmente, la película es una delicia para los sentidos. Vigalondo utiliza diferentes formatos para distinguir entre realidad y sueño: la vida real se presenta en formato 4:3 con estética de Betamax, mientras que las secuencias oníricas están filmadas en formato panorámico con colores vibrantes. Esta dualidad visual no solo es efectiva, sino que refuerza la desconexión emocional del protagonista y el atractivo de un mundo ficticio que parece más «real» que la propia realidad.

La película es típicamente vigalondesca en su capacidad para mezclar géneros. Es ciencia ficción, drama romántico, thriller psicológico e incluso contiene momentos de humor absurdo (incluyendo tiburones con pistolas y conciertos de Hidrogenesse). Esta mezcla puede resultar desconcertante para algunos espectadores, pero es precisamente lo que hace único al cine de Vigalondo.

Es imposible ver Daniela Forever sin que la mente se vaya directamente a Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2024), mi película favorita de todos los tiempos. Y no es casualidad: ambas películas comparten una premisa fundamental sobre el uso de la tecnología para manipular la memoria después de una pérdida amorosa, aunque desde perspectivas completamente opuestas. Si Eternal Sunshine es sobre el intento de borrar los recuerdos dolorosos de una relación, Daniela Forever es sobre el intento desesperado de recrearlos y mantenerlos vivos.

La genialidad de Michel Gondry y Charlie Kaufman en Eternal Sunshine radica en su exploración de cómo los recuerdos dolorosos son tan esenciales para nuestro crecimiento personal como los felices. Joel descubre que incluso las memorias más traumáticas con Clementine forman parte integral de quién es élVigalondo, por su parte, lleva esta idea al extremo opuesto: ¿qué pasa cuando no queremos olvidar sino que nos aferramos obsesivamente a lo que hemos perdido?

Ambas películas utilizan técnicas visuales similares para distinguir entre realidad y estados alterados de conciencia. Gondry empleaba efectos prácticos, distorsiones de foco y cámaras inestables para representar la erosión de la memoria, mientras que Vigalondo utiliza el contraste entre formato analógico granulado para la realidad y el formato panorámico vibrante para los sueños. Es como si Daniela Forever fuera una respuesta directa a Eternal Sunshine: si Joel luchaba por preservar sus recuerdos mientras se desvanecían, Nicolas lucha por controlar completamente los suyos en un mundo donde puede ser omnipotente.

La diferencia fundamental está en el mensaje: mientras que Eternal Sunshine concluye que aceptar tanto el dolor como la alegría es esencial para el crecimiento humanoDaniela Forever explora las consecuencias tóxicas de no querer soltar, de intentar convertir el duelo en control. Es la diferencia entre la sabiduría de Kaufman sobre la importancia de los recuerdos imperfectos y la obsesión vigalondesca por diseccionar la masculinidad tóxica que se esconde detrás del «amor verdadero».

Vigalondo ha reconocido directamente esta conexión, mencionando que las comparaciones con Eternal Sunshine eran inevitables. Pero donde Gondry y Kaufman crearon una obra maestra sobre la aceptación, Vigalondo ha construido una pesadilla sobre la posesión emocional. Si Eternal Sunshine es sobre aprender a amar incluso con la posibilidad del dolor, Daniela Forever es sobre las consecuencias de no querer aceptar que el amor verdadero a veces significa dejar irAmbas son brillantes, pero por razones completamente diferentes: una nos enseña a abrazar la imperfección, la otra nos advierte sobre los peligros de la perfección artificial.

Sin embargo, no es una película perfecta. Como ya le ocurriera con trabajos anteriores como Extraterrestre o Colossal, Vigalondo a veces se pierde en sus propias ideas. La narrativa puede resultar confusa, con demasiados giros argumentales y múltiples finales que no todos los espectadores van a agradecer. Pero es imposible no aplaudir los riesgos que toma un cineasta que sigue pensando el cine como un espacio de experimentación.

Al final, Daniela Forever es exactamente lo que esperaba: una película incómoda, brillante, imperfecta y absolutamente necesaria. Vigalondo vuelve a demostrar que es capaz de crear universos únicos donde las ideas más disparatadas cobran sentido emocional. Este tío es de lo mejor que tenemos en el cine patrio y debemos protegerlo a toda costa.

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