¿Cuánto debería influenciar un mal final en tu imagen de una serie? En una película de 2 horas, el final es absolutamente vital; pero en un videojuego de 100 horas es casi anecdótico. ¿Pero qué pasa con una serie de 18 horas? ¿Deberían empañar dos horas que no he terminado de disfrutar las dieciséis que sí?
La respuesta es tan complicada como sencilla: Depende de cada uno. En mi caso, el final de Arcane hace que una serie que he adorado necesite un asterisco siempre que hablo de ella. Así que voy a hacer eso precisamente, durante el resto del texto voy a poner asteriscos (*) en lugar de escribir “salvo los dos últimos capítulos” todo el rato. Al final desgranaré los asteriscos, evitando spoilers del final hasta ese momento.
Arcane al completo es un triunfo como serie de animación, como adaptación de un videojuego* y como narrativa en general*. Sobre su calidad visual poco puedo decir, aprecio lo que toda persona con poco conocimiento técnico sobre animación aprecia: se ve cojonudamente, es concept art en movimiento, cada millón de dólares que ha costado está en pantalla, etc. Es una serie que se convierte en un videoclip ultra estilizado cada veinte minutos sin salirse del tono, salvo por una escena de sexo lésbico que camina borracha la línea entre buena representación (¡victoria para el colectivo!) y fetichización (¡victoria para los pajeros!), dependiendo de a quien le preguntes. Para mí oscila hacia lo segundo, pero otras personas del colectivo opinan que es “algo justificado dentro de la narrativa y el tono” y “algo muy raro que preguntar un lunes por la mañana, Francho”. Igualmente, con la cantidad de veces que se arriesga a pasarse de rosca con estos momentos, que solo desentone una vez es una victoria.
Como adaptación de un videojuego es un ejemplo perfecto* de como tratar el «lore» de una obra. El elefante en la habitación es League of Legends (LoL para abreviar), juego en el que se “basa” Arcane. Si tras ver la serie tienes la tentación de jugarlo, alguien que nunca lo ha tocado dirá “no lo juegues, es una mierda”. Sin embargo, si preguntas a alguien que ha metido más de mil horas en el LoL y sabe más de lo que habla te dirá… “no lo juegues, es una mierda”. Ah.
Creo que es una sobreexageración, el juego en sí está bien. Como mínimo es un ejercicio admirable de balanceo, tiene cientos de personajes y si uno es demasiado poderoso otros treinta dejan de ser divertidos. El problema es que el diseño de sus elementos sociales fomenta la toxicidad entre jugadores, hasta el punto de que me han dicho múltiples veces que ojalá mis padres sufran cáncer por la manera en que hago click en muñequitos. Así que no lo juguéis, es una mierda.
Pero todo esto no es realmente importante porque Arcane no se basa en el juego en sí, si no en su «lore»: Una compilación de textos, descripciones, cómics y todo lo que se te ocurra que se escribe alrededor del juego sin nunca influenciar en este per se, más allá de un par de frases sueltas que dice tu personaje mientras un niño de diez años comete un crimen de odio contra ti. Es un «lore» diseñado para que cualquier concepto de personaje tenga sentido en el universo y no limitar a su equipo creativo: hay una nación de piratas, otra de caballeros, hay guerreros nórdicos, hay robots y está Egipto por ahí también. Como consecuencia, tiene de variado lo que pierde de interesante.
“Un vaquero samurai y el dios nórdico de la muerte comparten el mismo universo”, Amancio Ortega y Aubrey Plaza también, ¿qué se supone que tiene que aportarme esa información?
Precisamente por lo poco que toma de ese «lore»× … – Mierda, me he quedado sin asteriscos. –
Precisamente por lo poco que toma de ese lore☃ , el mayor triunfo de la serie es su guion☃ . Puede que Arcane adapte un videojuego, pero el medio que más influye en ella es el teatro☃ . Es una serie en la que sus personajes se lanzan a menudo a hablar de sus motivaciones en monólogos sobre sus emociones, su entorno y sus metas como seres humanos. Es artificial, pero lo es de una manera que eleva el texto; artificial de la misma forma en la que una tragedia griega lo es. Puede que un gran soldado en realidad dijese “ugh” al ser apuñalado, pero es mucho más enriquecedor escuchar un monólogo sobre su vida y legado antes de morir. Vi (Hailee Steinfeld) y Jinx (Ella Purnell) se gritan mutuamente sobre los sentimientos de traición que sienten por culpa de la otra y me encanta cada escena que comparten. Poco influye que en la vida real los conflictos entre hermanos se solucionen dividiéndose la herencia después de que vuestros padres mueran repentinamente de cáncer mientras jugáis al LoL.
Como consecuencia de esta influencia de la tragedia griega, es una serie con muy poca sutileza, que sustituye por capas y capas de significado y simbolismo que te señala sin ninguna vergüenza. Los créditos iniciales muestran a los personajes vestidos con túnicas, iluminados por líneas de luz que evocan que están detrás de un telón a punto de abrirse; de nuevo volvemos al teatro y a lo griego. Dentro de eso hay capas y espacio para la interpretación, como Caitlyn (Katie Leung) siendo la única que lleva un polo negro propio de “one woman shows”. Para mí, simboliza su descenso al fascismo tras la muerte de su madre, está sola en el poder (one woman show) y de luto (la única con ropa negra), pero es mi interpretación y cualquier otra persona puede tener otra o no fijarse en ese detalle, que la serie funciona igual☃.
Funciona precisamente porque no se corta al evocar temas intensos y trágicos. Arcane habla del destino, de la predestinación de los seres humanos al conflicto y de como nuestras acciones están dirigidas por elementos fuera de nuestro control. Todos somos víctimas del resto y toda buena acción será convertida en otra cosa pasada por los filtros de la realidad. También es una serie sobre clases, con una separación literal entre ricos y pobres en las ciudades de Piltover y Zaun, básicamente Barcelona y Hospitalet en este universo. La obra junta todas estas facetas en el sublime final de la primera temporada, que muestra a los dirigentes de Piltover a punto de mandar ayuda a la nación de Zaun por primera vez hasta que Jinx, personaje forjado en la desigualdad que ellos mismos mantenían, acaba con ellos con un atentado. La violencia sistemática que han inflingido los destruye, las consecuencias de tus actos alcanzándote en el momento en el que decides ser mejor. Trágico y profundamente irónico, como sufrir un infarto de camino al gimnasio.
En el antepenúltimo capítulo de la segunda temporada, la serie muestra una realidad alternativa en la que casi todos los personajes son felices y la desigualdad ha terminado. El momento que marca esa división no es la decisión de un héroe o la derrota de un villano, es la muerte accidental de una niña. Algo aleatorio y cruel que desemboca en un mundo objetivamente mejor, es un muy buen capítulo que dota de mayor profundidad a la serie entera y añade capas a cada personaje al mostrarlos en un contexto distinto. Es la serie en su mejor versión.
Pero entonces llegan los dos últimos. Destripemos este muñeco de nieve☃ .
Todo lo que voy a señalar como problemas es mi opinión, estando en la minoría según las reacciones online. Si para vosotros el final está a la altura de la serie, me alegro muchísimo y os envidio. Ahora soltadme el brazo.
Arcane tiene dieciséis capítulos en los que es una tragedia griega y dos en los que es una peli de Marvel, en todos los sentidos. Es espectáculo sobre significado, «fanservice» exagerado, setup de futuras entregas en sacrificio de una conclusión satisfactoria…
El espectáculo es absolutamente increíble y visualmente alcanza picos que solo se ven en películas muy concretas (las Spider-Verse y poco más). Hay personajes haciendo entradas que te dan ganas de aplaudir, momentos en los que quieres retroceder diez segundos para apreciar de nuevo lo magnífica que es la animación. Pero es a costa de la complejidad que había tenido la serie hasta ese momento.
Todo lo que dice la serie sobre conflictos de clase, sobre lo fuera de nuestro control que están realmente nuestras vidas, sobre la condición humana… Los dos últimos capítulos pasan por encima como una apisonadora, aplanando un discurso lleno de matices. Casi todos los conflictos entre personajes se resuelven en un par de montajes apresurados o se ignoran porque… aparece un ejército robot que quiere dominar las mentes de todo el mundo para que no haya más infelicidad. Todo lo que dice la serie sobre la dificultad de ser humano (y no dice poco) se acorta en “pero bueno mejor eso que ser un robot, OH DIOS MÍO QUIEREN CONVERTIRNOS EN ROBOTS”.
“La desigualdad de clase se solucionaría si apareciese un ejército de robots” es lo que diría un niño de siete años que ha leído una cantidad sorprendente de teoría comunista, no una serie que ha tenido cuatro años para preparar su final.
En ese par fatídico de capítulos también hay una caída en picado hacia el «fanservice». Hay varios personajes cuyo aspecto cambia para recordar más a sus versiones del juego: no tiene porque ser algo malo per se pero no puedo evitar sufrir un poco cuando veo que se toman decisiones creativas con el objetivo de vender skins en un juego. Admito que problema menor que se solucionaría si conociese menos «lore» del LoL o me importase más, así que probablemente la culpa sea mía.
Lo que no es culpa mía es que han vendido la temporada como “el final de Arcane” y… No lo es. Varios arcos se dejan abiertos claramente con la intención de retomarlos en otra serie, hay personajes principales que “mueren” solo para insinuar en una escena posterior que están vivos y volverán, la motivación de uno de los antagonistas no se termina de explicar después de ser un hilo narrativo durante toda la serie, claramente sirviendo de setup para lo que sea que hagan después. No es un final abierto, es el principio de otros quince proyectos.
Todos estos problemas son, en realidad, el mismo. El éxito de la primera temporada. Por mucho que beba de la tragedia griega y el teatro, Arcane es la adaptación de un videojuego que genera 1.800 millones de dólares al año. La primera temporada pudo permitirse libertad narrativa por si no funcionaba, pero ahora saben que lo hace. Así que la segunda tiene que vender skins y, más importante, generar una franquicia audiovisual. Tiene que abrir tramas que se retomarán en otros productos, quitando tiempo y espacio a las tramas complejas que ya había planteado y forzando una conclusión apresurada que sirva para casi todos los arcos y conflictos de sus personajes a la vez. No es malo hacer algo plano y espectacular que quiera plantear un universo, pero no es lo que estaba viendo ni lo que me había enamorado hace años.
Si Arcane hubiese terminado tras el final de la primera temporada sería prácticamente perfecta, pero su éxito ha acabado por convertirla en una sombra de si misma. Una historia propia de una tragedia griega.