En el año 2015, Hong Sang-Soo estrenó su film más repetitivo, Ahora sí, antes no. Con una estructura bipartida, se nos relataba una historia de amor fallida, pero en la mitad de la narración el director volvía a empezar la película para ofrecer una nueva oportunidad a ese amor. Eso es lo que, en secreto, los protagonistas de la nueva cinta de Jonás Trueba desean, y es lo que el mismo director quiere explorar, una repetición dolorosa, pero segura, del camino despiadadamente incierto que puede ser el amor.

Ale y Alex (Itsaso Arana y Vito Sanz) llevan juntos 15 años, pero su amor se marchita y desean organizar una fiesta para celebrar su ruptura. No obstante, Trueba sabe perfectamente que una trama como esta puede desembocar en un mar lleno de romanticismos fáciles y muy vistosos. Por lo que la película se va transformando en un ludismo hilarante que mezcla la metanarración y minimalismo de Hong con juegos de montaje propios de películas artesanales de Jean-Luc Godard (etapa de la que Jonás Trueba admite ser un gran admirador), y muchos otros aspectos y guiños que harán de la ruptura algo menos mordaz.

Al mismo tiempo, esta mezcla de referentes y guiños no eclipsa al relato melodramático sobre la separación. Aunque durante todo el metraje se juegue a la metaficción más hongiana posible, la película no se deshace del dolor y temor de la ruptura. Ale y Alex parecen estar dando círculos repetitivos con sus decisiones y explicaciones, aun así, saben que el camino más claro es el lineal. Una idea fácil, no obstante tremendamente realista, donde las direcciones parecen ser patentes, pero a los personajes les da miedo seguirlas. Y es ahí, donde lo lúdico y lo sentimental encuentran un punto medio, ya que en las rupturas es imposible negar el dolor. Dolor que llega a su punto máximo en un punzante primerísimo primer plano de Alex, y unas memorias que recuerdan al cine más sincero y realista de Jonas Mekas.

Jonás Trueba nos propone una lectura de las rupturas desde sus más dolorosas verdades y, porque no, sus aspectos más lúdicos. Al fin y al cabo, esta película es una manta para el frío de las disyunciones, pero lo que nos dice el director es que estas mantas cuesta mucho ponérselas; y más aún, encontrarlas. Eso sí, nos recuerda que podremos volver a esta película para que nos haga de manta una y otra vez.

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